BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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Un análisis del New
York Times sobre el asesinato barbárico del P. Jacques Hamel señaló que inmediatamente
después del crimen algunos católicos importantes han comparado al P. Hamel con
el Beato Óscar A. Romero, quien también fue asesinado en el altar. El Rev. James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) declaró
en un tuit que “Así se ve un mártir. P.
Jacques Hamel, asesinado celebrando la misa, como Tomás Becket y Óscar Romero”. La comparación ha sido repetida por el
Cardenal Sean O’Malley; por el Patriarca de Babilonia de los Caldeos Luis
Rafael I Sako; y también por el Arzobispo Vincenzo Paglia.
En verdad, el P.
Hamel se ha integrado a un grupo reducido y selectivo de mártires que han
muerto en la Iglesia. Además del Beato
Romero y Santo Tomás Becket, podemos nombrar a San Estanislao, Obispo de
Cracovia. Pero dentro de este núcleo, solo
el P. Hamel y Mons. Romero han sido caídos durante la celebración de la misa. En sus palabras sobre el asesinato, el Papa
Francisco se ha referido al P. Hamel como “Este
santo sacerdote, que ha muerto precisamente en el momento en el que ofrecía la
oración por toda la Iglesia”.
El énfasis del
Papa hace recordar las palabras de San Juan Pablo segundo días después del
asesinato de Mons. Romero: “Llegó ayer la
noticia de que este prelado había sido bárbaramente asesinado mientras
celebraba la Santa Misa: le han matado
precisamente en el momento más sagrado, durante el acto más alto y más divino
... ha sido asesinado un obispo de la
Iglesia de Dios mientras ejercía su misión santificadora ofreciendo la
Eucaristía. Es un hermano en el Episcopado el que han matado y, por ello, no es sólo su archidiócesis, sino toda la
Iglesia la que sufre por tan inicua violencia, que se suma a todas las
demás formas de terrorismo y venganza que degradan la dignidad del hombre hoy
en el mundo —¡porque la vida de cada hombre es sagrada!—, conculcan la bondad,
la justicia y el derecho y, lo que es más, ofenden
el Evangelio y su mensaje de amor, de solidaridad y de hermandad en Cristo”.
(Audiencia, 26 de marzo de 1980.)
En esa
elocución, Juan Pablo recoge todo el significado de lo que es un martirio en el
altar, una muerte durante la celebración de la Misa. Pero hay, por desgracia, otras similitudes
que vinculan la muerte del P. Hamel con la de Mons. Romero, y fue el Patriarca
de Babilonia quien denunciara una de ellas—la instantánea instrumentalización
del martirio del P. Hamel. “Reducirlo todo a llamados e iniciativas
para fomentar indignación es una blasfemia sacrílega en mi opinión, hacia el
martirio del P. Jacques y la de todos los demás”,
dijo el Patriarca en una entrevista.
Algunos han tratado de
usar la muerte del P. Hamel para agudizar el conflicto y buscar la venganza
contra el mundo musulmán. Una nota
publicada en Il Tempo que ha sido
traducida y publicada por medios conservadores, arremete en contra de una “falsa misericordia” y advierte sobre la
necesidad de una resistencia armada en contra del islam. El comentario hace duras críticas al Santo
Padre: “el silencio del Papa Bergoglio es
paralelo al de los musulmanes de todo el mundo que no denuncian enérgicamente y
de forma unánime y colectiva, los crímenes cometidos en nombre de Allah por sus
correligionarios”.
La intención de yuxtaponer
al mártir contra un papa para beneficiar las diferencias teológicas que
mantienen con el papa hace recordar la tergiversación que se trató de hacer
para tratar de meter en conflicto al Beato Romero con San Juan Pablo II por
gente que buscaba hacer ver mal al pontífice polaco. En ese sentido, se instrumentalizó la figura
y el martirio de Romero al insinuar de que Juan Pablo lo había abandonado, no
lo quería, era cercano a sus verdugos, etc. Es lo mismo que ahora gente del bando opuesto
está haciendo con este “sacerdote santo”.
En el análisis final, al
P. Hamel y Mons. Romero los une el martirio, y el caso del P. Hamel nos ayuda a
comprender mucho el significado del martirio en la modernidad. Muchos se negaron a verlo en el caso Romero
porque fueron católicos los que lo asesinaron.
Es posible imaginarse que una persona cínica sostenga que el P. Hamel no
es mártir, quizá aprovechando de la declaración del papa de que su muerte no
fue producto de “una guerra de religiones” (para concluir erróneamente que no fue “en odio a la fe”). Se puede argumentar que el Estado Islámico ataca
una revista satírica atea en Francia en una ocasión, un bar gay de Florida la
próxima vez, y muchas más víctimas musulmanas que cristianas.
Sin embargo, el
simbolismo de una muerte en el altar nos habla con mucha elocuencia para
desprestigiar tales argumentos. Como
dice el P. James Martin: “Así se ve un
mártir”.
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