AÑO
JUBILAR por el CENTENARIO del BEATO ROMERO, 2016 — 2017:
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Una Nueva Meditación sobre la Coronilla Romero
En la nueva
carta a los obispos «PLACUIT DEO», la
Congregación para la Doctrina de la Fe explica la enseñanza del Papa Francisco
sobre dos tendencias desviadas en la Iglesia actual, que el Pontífice compara a
dos antiguas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo. Sin entrar en todo un discurso teológico
sobre esas cristologías desacreditadas, quisiera profundizar un poco sobre cómo
el Beato Óscar A. Romero nos ayuda a navegar esas corrientes erróneas en el
mundo de hoy, y específicamente cómo el equilibrio que mons. Romero nos señala,
se vislumbra en la Coronilla
del Beato Romero.
A propósito de
explicaciones previas, el Papa Francisco habló de las tendencias que él tilda
de “neo-palagianismo” y “neo-gnosticismo” por primera vez en una audiencia
privada con la directiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de
Religiosas y Religiosos (CLAR) en junio del 2013, a pocos meses después de
haber sido elegido papa.
En esa
ocasión, definió el
“neo-palagianismo” como una tendencia
que pone demasiada importancia en un formalismo rigoroso: prácticas y
disciplinas, incluyendo formulas anticuadas y “restauracionistas”. El papa
cita el ejemplo de un grupo que le escribió para felicitarlo por su elección,
diciéndole, “Santidad, le ofrecemos este
tesoro espiritual; 3.525 rosarios”.
Asegurando, “yo la tomé con
respeto”, no obstante cuestiona, “esto
de llevar las cuentas”.
Por otro lado,
Francisco arremete contra el “neo-gnosticismo”,
el cual define como una ideología de “una
elite más formada” que presume haber superado toda estructura eclesial y
llega hasta los límites del “panteísmo”. Cita el ejemplo de “una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a
no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos”. Francisco teme que tales prácticas
espirituales “se saltan la encarnación”
de Cristo.
Para el Papa,
“El evangelio no es la regla antigua, ni
tampoco este panteísmo”. En cambio,
un Cristiano puede asegurarse de no perderse la marca “Si mirás a las periferias; los indigentes. ¡los drogados! La trata de
personas. Ese es el evangelio. Los
pobres son el evangelio”.
En la
Coronilla del Beato Romero, seguimos a Mons. Romero desde su ordenación sacerdotal
hasta su martirio y vemos cómo mantiene un equilibrio constante entre su vida
sacramental y su servicio a los pobres.
Romero tiene en todo momento dos caminos por enfrente, y puede caer en
el error de elegir de manera absoluta a uno, con la resultante exclusión del
otro. Puede optar por una vida
estrictamente sacramental, o puede poner todo el esfuerzo detrás de una
promoción meramente humana. Romero evita
caer en una espiritualidad truncada, poniendo las dos tendencias en sano
equilibrio, buscando su apalancamiento.
En cada una de
la “Maravillas Eucarísticas” meditadas en la Coronilla, vemos este balance
siendo negociado. Cuando vemos al joven
padre Romero celebrar su primera Misa solemne en la primera Maravilla, se está
anclando en la roca segura de la Iglesia, dedicándola para pedir la protección
constante del Romano Pontífice. En la «PLACUIT DEO», la Congregación para la
Doctrina de la Fe nos asegura que la forma más eficaz de evitar caer en error
es al mantenernos en comunión con la Iglesia.
La carta fue promulgada el día de la Fiesta de la Cátedra de San Pedro,
para encarnar aquel “Sentir con la Iglesia” que Romero hizo su lema.
En la segunda
Maravilla, el Arzobispo Romero convoca la ‘Misa Única’ después del asesinato de
un querido sacerdote. Es otra forma de
aferrarse a la Encarnación. Romero descarta
como una “fe vaporosa” la de “muchos cristianos que creen que cuando se
habla de estas cosas es meterse la Iglesia en política”. Romero enfatiza que “La fe de Israel era la fe de su propia política, era la fe y la
política convertida en un sólo acto de amor al Señor”. Pero si Romero opta por encarnar a la Iglesia
en la realidad social, no lo hace despreciando a los sacramentos. Al contrario,
la ‘Misa Única’ pone en gran relieve la importancia de la Eucaristía.
La tercera
Maravilla nos muestra a Mons. Romero yendo a Aguilares a rescatar las Hostias
profanadas durante la ocupación militar de ese pueblo, y deteniéndose a alentar
y redimir la dignidad de la población atropellada y ofendida por aquella toma
del pueblo. Es una fuerte dosis del
balance de las dos tendencias, la espiritualidad sacramental y “lo
social”. Romero está completamente
centrado en el Cristo que perdura en la Hostia, y el Cristo que se
encuentra en el pueblo pobre y desnudo que tiene enfrente. En esta estampa vemos a un Romero en sintonía
total con la enseñanza de «PLACUIT DEO»,
ya que no se pasa ni un milímetro en exceso a favor de la espiritualidad
rigorosa o la espiritualidad vaporosa, sino que mantiene su fe en equilibrio,
reconociendo el verdadero fervor que balancea a las dos.
La cuarta
Maravilla mantiene este equilibrio sin tambalearse o perder la resolución. Romero invita a los fieles a observar una
Hora Santa de Adoración Eucarística en un hospital, para poder visitar a los
enfermos, ya que en ellos también está Cristo.
“En cuanto somos salvados ... por
la oblación del cuerpo de Jesucristo”, dice «PLACUIT DEO», para poder vivir “en
fidelidad a la carne de Cristo”, los cristianos debemos también vivir “en fidelidad al orden concreto de relaciones
que Él nos ha dado”—es decir, comprometidos con nuestros hermanos, por
ejemplo los enfermos. (PD, 14.)
Finalmente, en
la quinta Maravilla, vemos al Beato Romero convirtiéndose en “sacrificio y
celebrante” en su última Eucaristía, fusionando en la culminación de su vida
sacerdotal, los valores que la han nutrido.
El Beato Romero predica con elocuencia el mensaje de «PLACUIT DEO», cuando nos aconseja no
quedarnos con un sacramento inerte, que no redunde en el bien de los demás,
sino convertirlo en el grano de trigo del evangelio que da fruto. “Que este cuerpo inmolado y esta Sangre
Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y
nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo”—predica Romero—“no para sí, sino para dar cosechas de
justicia y de paz a nuestro pueblo”. No para redimirme yo mismo a mí sólo, sino para vivir mi fe en el seno de la Iglesia.
Y después de predicarlo con sus palabras, lo predica con su sangre, con su martirio. Esto es la síntesis de «PLACUIT DEO». No sólo una sacramentalidad rigorosa. No sólo ser un bienhechor a cuenta propia. La fidelidad a Cristo nos impulsa a hacer las dos cosas, a la misma vez, y en sintonía la una con la otra, y en la comunidad de los demás creyentes.
Y después de predicarlo con sus palabras, lo predica con su sangre, con su martirio. Esto es la síntesis de «PLACUIT DEO». No sólo una sacramentalidad rigorosa. No sólo ser un bienhechor a cuenta propia. La fidelidad a Cristo nos impulsa a hacer las dos cosas, a la misma vez, y en sintonía la una con la otra, y en la comunidad de los demás creyentes.
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