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En su audiencia general del miércoles 16 de octubre de 2013, el Papa Francisco utilizó una metáfora muy
favorecida por Mons. Óscar A. Romero. El Pontífice dijo que "la Iglesia es como una planta que ha crecido
a lo largo de los siglos, se ha desarrollado, ha dado sus frutos y sus raíces
están firmemente plantadas" en Jesús. “Desde esa pequeña planta hasta nuestros días: así es la Iglesia en todo
el mundo”, agregó el Papa, en lo que parecía ser una de sus características
adiciones espontáneas al discurso preparado. Como el Papa Francisco, Mons.
Romero usó la metáfora de un árbol o planta para hablar sobre el crecimiento de la Iglesia
en la historia, y también utilizó la imagen del árbol para ilustrar la armonía
de la diversidad de la Iglesia.
Por supuesto, la metáfora de la
Iglesia como un árbol es antigua. Sus fuentes se pueden trazar a la parábola
evangélica del grano de mostaza (homilía de Mons. Romero del 23 de julio de 1978)
y a las obras de los Padres de la Iglesia como San Agustín, quien dijo que los
milagros realizados por los apóstoles iban a regar el árbol de la Iglesia (homilía de Mons. Romero del 27 de mayo de 1979). En cinco alusiones a través de su
arzobispado, Mons. Romero retomó la antigua metáfora para presentar su visión
del crecimiento y de la diversidad de la Iglesia.
Un árbol que crece y mantiene coherencia con su semilla: Tal como lo hace el Papa Francisco, Mons. Romero presenta al árbol para
hacer hincapié sobre la coherencia y la continuidad entre la Iglesia de hoy y
la semilla plantada por Cristo y los apóstoles. "Renovación quiere decir, hacer que la Iglesia sea coherente con la
semilla que se plantó. Un árbol por más
que crezca, siempre es coherente con su semilla. Lo que interesa pues, es
saber que la palabra de Dios es una semilla y que no se puede alterar".
(Hom. 16 de julio 1978.)
Un árbol antiguo que brota retoños nuevos: El contrapunto del decir que la Iglesia conserva su núcleo fiel es
reconocer que brota nuevo crecimiento, nuevos retoños. Los enfoques pastorales nuevos
deben ser puestos en armonía con la tradición, dice Romero: "quiero felicitarlos por el fervor y por
saber unir con esa historia de sus fiestas patronales, con esa tradición de
años y de abuelos, las líneas nuevas de la Iglesia, o sea la Iglesia es como un árbol añejo, secular; pero, a pesar de su tronco
viejo, retoñando con nuevos retoños y nuevas esperanzas. Es la vida de la
Iglesia". (Hom. 2 de octubre 1977.) Mons. Romero agrega palabras que
resuenan aún más con el Papa Francisco (que nos advierte en contra de ser cristianos
de museo): "Si solamente
respetáramos tradiciones y no las quisiéramos cambiar, seríamos como un tronco seco, como un museo de
antigüedades, pero no sería la vida de la Iglesia que, llevando los siglos,
engarzándolos en su hebra de oro de la vida de Cristo, hace reverdecer, para
las necesidades nuevas, las comunidades nuevas alimentadas con el tronco añejo
de nuestra fe cristiana, pero reverdeciendo en las nuevas visiones del mundo
actual". (Id.)
Un árbol inmenso cuyas ramas distantes se alimentan de la misma fuente: Tal vez la mayor contribución de Mons. Romero con la metáfora del árbol
fue desarrollarla para describir la diversidad de la Iglesia como una
organización mundial. “¡Qué hermoso pensar
en la universalidad de la Iglesia, de su moral, de su dogma, que dondequiera
que haya alguien que confiese esta fe, es nuestro, aunque no lo conocemos nunca
en esta tierra, pero sí formamos Iglesia”, dijo. “Me he imaginado muchas veces yo
[a la Iglesia], como el árbol corpulento una ramita al extremo y otra ramita al otro
extremo, nunca se conocerán pero están recibiendo la sabia de un mismo tronco y
pertenecen a la misma vida” (Hom. 30 de septiembre 1979.) Mons. Romero
trató de poner esa filosofía en práctica, acercándose al Opus Dei y al Camino Neocatecumenal. Él defendió públicamente a obispos que le habían traicionado en
privado, diciéndole a los fieles que no deberían jugar a favoritos entre el
clero. A pesar de que difícilmente era capaz de salir del país por causa de la
crisis nacional, hizo raros viajes a la República Dominicana para asistir a un
retiro sobre el Sagrado Corazón del Apostolado de la Oración, y a España por la
beatificación de San Francisco Coll Guitart y en honor a sus raíces claretianos
(Romero fue educado por los claretianos en su juventud).
Un gran árbol en el cual no hay dos hojas iguales: Mons. Romero utilizó una variante de la metáfora para describir la
amplia diversidad adentro de la Iglesia. “Aquí
en esta Catedral tan llena en esta mañana, y a través de la radio miles y miles
de corazones católicos que estamos en reflexión, no hay dos que hayan recibido
los mismos dones. Dios es tan variado en su creación que no hay dos hojas iguales en un árbol; mucho más en la creación del
infinito en su Iglesia, ha dado dones maravillosos para que entre todos los
dones, fíjense bien, organicemos el Reino de Dios”. (Hom. 29 de mayo 1977.)
Monseñor reconoció que dicha variedad puede plantear problemas, pero remontó a
la fórmula tradicional de la Iglesia de los dones y las vocaciones para hallar la
estructura adecuada para gestionar la diversidad de la Iglesia, parecido a los
recientes comentarios del Papa Francisco, quien dijo que los distintos tonos y voces
en la Iglesia son como una gran sinfonía. “Es
necesario un pluralismo sano; no queramos cortarlos a todos con la misma
medida. No es uniformidad, que es distinto de unidad. Unidad quiere decir
pluralidad, pero respeto de todos al pensamiento de los otros y entre todos
crear una unidad que es mucho más rica que mi solo pensamiento. Esto es el
Espíritu Santo; uniendo en una sola verdad, en un solo criterio divino a todos
los hijos de la Iglesia. A unos los hace obispos, a otros sacerdotes, a otros
religiosos, religiosas, catequistas, padres de familia, estudiantes,
profesionales, jornaleros, etc. Y en todos -dice San Pablo el mismo Espíritu
que hace converger a todos hacia la unidad”. (Id.)
Un gran árbol que pierde las hojas marchitas: Con una nota de resignación, Mons. Romero reconoció que algunas
personas abandonan a la Iglesia y dijo que eran como las hojas marchitadas y ya
no capaces de soportar el viento, que caen de un árbol. “Es cierto que también muchos se han alejado. Se alejaron los que tenían
que alejarse, hojas amarillas del árbol
que no soporta el vendaval. Tenían que arrancarse, esperando, tal vez,
tiempos mejores para volver a ser lo que ansiamos, convertidos de su cobardía,
de sus debilidades, de sus traiciones”. (Hom. 31 de diciembre 1977.) Estas palabras recuerdan
las palabras del Papa Benedicto XVI, que la Iglesia no está para ganar conversos
para aumentar sus propios números, porque no existe para acumular influencia o
poder para sí misma, sino para servir a Dios (Declaraciones a la prensa, 16 de septiembre 2010).
El uso de Mons. Romero de la
metáfora de la Iglesia como un árbol nos ayuda a entender la Iglesia, porque la
usa de manera eficaz para ilustrar aspectos importantes de la Iglesia, pero
también nos ayuda a entender a Óscar Romero como un hombre que deseaba crecer y
nutrir el árbol de la Iglesia.
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