BEATIFICACIÓN
DE MONSEÑOR ROMERO, 23 DE MAYO DEL 2015
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A continuación, fragmentos de la primera carta pastoral del Beato Monseñor Romero.
Si yo
buscara un calificativo apropiado para designar esta hora de relevo apostólico
de la Arquidiócesis, no dudaría en llamarla una hora pascual.
La
Iglesia de Cristo tiene que ser una Iglesia de la Pascua. Es decir, una
Iglesia que nace de la Pascua y vive para ser signo e instrumento de la Pascua
en medio del mundo.
Jesús,
que realizó nuestra redención bajo el signo pascual, ha querido prolongarse así
también, en un estilo pascual, en la vida de la Iglesia. La Iglesia es el
Cuerpo de Cristo Resucitado, y, por el bautismo todos los miembros que la
integran viven esa tensión de pascua, ese “paso” de vida a muerte, el tránsito
que nunca termina y que se llama “conversión”, exigencia continua de matar en
sí mismo todo lo que es pecado y hacer vivir cada vez con más pujanza todo lo
que es vida, renovación, santidad, justicia.
En
otras palabras, el Cristo de la Pascua se prolonga y vive en la Iglesia de la Pascua.
Y no se puede formar parte de esta Iglesia sin ser fiel a ese estilo del “paso”
de la muerte a la vida; sin un sincero movimiento de conversión y fidelidad al
Señor.
Queridos
hermanos y amigos. Juntos hemos vivido una Cuaresma de vía crucis y viernes
santos que florece en esta hora luminosa y esperanzadora de la Pascua de
Resurrección. Los que como Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y
laicos, sentimos la conciencia de ser Iglesia, depositaria de las fuerzas de
salvación de los hombres de Cristo, comprendemos también el reto y los riesgos
que esta hora difícil nos lanza. Es el reto de una esperanza del mundo puesta
en nuestra Iglesia. Seamos dignos de esta hora y sepamos dar razón de esa
esperanza con nuestro testimonio de unidad, de comunión, de autenticidad
cristiana y de un trabajo pastoral que, salvando con nitidez la supremacía de la
misión religiosa de la Iglesia y de la salvación en Jesucristo, tenga también
muy en cuenta las dimensiones humanas del mensaje evangélico y las exigencias
históricas de lo religioso y eterno.
Nuestro
Divino Salvador no defraudará nuestra esperanza. Pongamos por intercesora a la
Reina de la Paz, Patrona Celestial de nuestro pueblo. Madre del Resucitado que
Ella ampare a nuestra Iglesia, Sacramento de la Pascua.
Con
Mi Bendición.
+
Óscar A. Romero
San
Salvador, Domingo de Resurrección, diez de abril de mil novecientos setenta y
siete.
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