San Juan Pablo II ora ante su Tumba en 1983. |
El anuncio de que el Papa Francisco ha aprovado un decreto que Mons. Óscar A. Romero es un mártir presenta
un desafío para la Iglesia: ¿cómo explicar la trascendencia de un martirio
ocurrido en el marco de la guerra civil de un pequeño país del Tercer Mundo
durante la Guerra Fría, para los católicos del nuevo milenio? [La historia secreta de la Causa]
Romero no es
solamente pertinente sino también urgente
para nuestro tiempo. He aquí las diez razones porqué.
1. Monseñor
Romero representa fidelidad total al Evangelio y a la Iglesia. Su lema fue “Sentir Con La Iglesia”, lo cual significó en primer lugar
obediencia absoluta y sintonía con el Magisterio de la Iglesia universal. Solo esa fidelidad pudo llevar a un obispo
conservador y reservado a convertirse en “la voz de los sin voz” cuando sintió
que eso requería su compromiso pastoral, aunque le costó la vida cumplir con
esa misión. Esto no significa que todo
obispo tiene que enfocarse en lo social; pero sí en lo que su circunstancia le
obligue.
2. Monseñor
Romero es “el primero de los Nuevos Mártires”. Como bien señaló Benedicto
XVI, el nuevo persecutor “trata de
manifestar de modo menos explícito su aversión a la fe cristiana o a un comportamiento
relacionado con las virtudes cristianas, pero simula diferentes razones, por
ejemplo, de naturaleza política o social”.
Setenta de las 82 personas reconocidas mártires durante su pontificado
murieron en medio de confusos trastornos sociales como la guerra civil
española, la segunda guerra mundial y las represalias de regímenes comunistas
autoritarios. ¡Este es el rostro del
martirio en el nuevo milenio y Romero, martirizado en el altar, su faz eminente!
3. Monseñor
Romero fue un modelo de santidad. En
su vida personal, Romero ejemplifica las prácticas devocionales y sana moralidad
de un cristiano. Su vida de oración
provocó la admiración de sus colaboradores, y ni siquiera sus críticos pudieron
negar su espiritualidad. Igual que San
Basilio, quien residía en un instituto para hospedar a los pobres, Romero vivió
en un simple cuarto dentro de los confines de un hospicio para pacientes
moribundos de cáncer, lo que le prestó credibilidad para interpelar la sociedad
a una mayor identificación con los pobres.
4. Monseñor
Romero es un artesano de la paz.
Romero rechazó totalmente la violencia, diciendo: “Jamás hemos predicado violencia, solamente la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se
hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan
crueles entre nosotros”. El Papa Benedicto lo resumió como “un hombre de gran virtud cristiana, que se
comprometió en favor de la paz y contra la dictadura”.
5. Monseñor
Romero personifica un cristianismo congruente. Romero no abandona el fervor tradicional para
hacer “activismo”, sino que pone la religión al centro de los problemas de
hoy. Romero fue radical desde su
ortodoxia y trasciende etiquetas simplistas.
Cuando retoma un templo ocupado por el ejército, hace un acto de
desagravio por las hostias profanadas y después denuncia los atropellos contra la
población; defiende a la misma vez al Cristo sacramentado y al Cristo presente
en los pobres, sin contradicción.
6. Monseñor
Romero nos desafía a ser una iglesia “en salida”.
Romero dijo ser un “pastor, que, juntamente con su pueblo, ha ido aprendiendo la hermosa y
dura verdad de que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos
sumerge en él, de que la Iglesia no es un reducto separado de la ciudad, sino
seguidora de aquel Jesús que vivió, trabajó, luchó y murió en medio de la
ciudad”. Nos invita también a poner
la Ciudad en nuestras vistas y salir del templo, como dice el Papa Francisco y
como dijo la Beata Madre Teresa, para mostrar Cristo al mundo.
7. Monseñor
Romero es un guía en la “opción
preferencial por los pobres”. Este punto es tan obvio que casi no hace
falta decirlo. La teología de Mons.
Romero vio a los pobres no solo como destinatarios de nuestra caridad sino como
fuentes para nuestra propia iluminación.
Lo explicó él mismo: “Creemos que desde la trascendencia del
evangelio podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres; y
creemos también que poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida
sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio”.
8. Monseñor
Romero reta a todas las partes
políticas a colaborar por el bien común. Los dos bandos políticos fueron
objeto de su llamado
a la conversión: “el peligro para mí, si existe, puede ser de
los dos extremos, a los dos les estorbo”.
Su denuncia de los atropellos del gobierno y el ejército ya están bien
publicitados; ahora el mundo está por descubrir las interpelaciones de Romero a
la guerrilla a desistir de al violencia insurreccional; a los reformistas de
querer ahuyentar a Dios de sus proyectos políticos; y a todos los miembros de
la sociedad a convertirse a Cristo y trabajar por el bien común.
9. Monseñor
Romero es un gran predicador. Como
ha sido puesto en evidencia cuando el Papa Francisco citó a Romero en
su Audiencia General, Monseñor ha sido un gran predicador y
evangelizador. El Papa Benedicto dijo que Romero
era un “pastor lleno del amor de Dios”
que predicó el evangelio “con fervor”. Esto explica por qué sus homilías han sido
publicadas y traducidas en varios idiomas y sus años de arzobispo dieron buenos frutos de
evangelización. [Homiliarium]
10. Monseñor
Romero es reconocido más allá de la Iglesia. Una Comisión Ecuménica del Año Jubilar señala que Mons.
Romero está “reconocido más allá de las
fronteras confesionales” como uno de los “mártires y confesores ejemplares de fe, la esperanza y la caridad”,
que podría ayudar a promover la unidad de los cristianos e interpelar al mundo no cristiano. Recientemente, el doctor Rowan Williams, el
ex arzobispo de Canterbury y líder mundial de la Comunión Anglicana, lo llamó “uno de los grandes dones de Dios a todo el
pueblo de Dios en las últimas décadas; cuyo testimonio y enseñanza es un legado
para los cristianos de todo el mundo”.
Cada uno de
estos puntos tiene vigencia en la vida de los cristianos de hoy y no se limita
a la situación salvadoreña de los años 70.
Es por eso que los católicos del mundo deben celebrar la beatificación
de Mons. Romero y estudiar su vida y su mensaje para ponerlo en práctica hoy.
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