Culminando la semana de oración por la unidad cristiana, el Papa Francisco dijo:
“En este momento de oración por la
unidad, quisiera recordar a nuestros mártires”. Francisco recordó que cristianos
de las varias denominaciones son asesinados por perseguidores que no preguntan
a qué iglesia pertenecen. “Esto es,
hermanos y hermanas, el ecumenismo de la sangre”.
En el año 2000,
la Comisión Ecuménica del Año Jubilar señaló
que Mons. Óscar A. Romero de El Salvador ha sido “reconocido más allá de las fronteras confesionales” como uno de los
“mártires y confesores ejemplares de fe,
la esperanza y la caridad”, que podría ayudar a promover la “unidad de los
cristianos”. Romero, cuyo martirio fue reconocido por un grupo de teólogos
del Vaticano a principios de este mes, ya había sido añadido al calendario
litúrgico anglicano y es uno de los mártires del siglo XX representados en las estatuas
de la Abadía de Westminster.
Al final del año
pasado, el doctor Rowan Williams, el ex arzobispo de Canterbury y líder mundial
de la Comunión Anglicana pronunció un discurso titulado “Un santo para todo el pueblo de Dios: Óscar Romero y el futuro
ecuménico”. En su discurso, el doctor Williams llamó a Romero “uno de los grandes dones de Dios a todo el
pueblo de Dios en las últimas décadas; cuyo testimonio y enseñanza es un legado
para los cristianos de todo el mundo”. Postuló que Romero contribuyó a la
unidad cristiana no sólo a través de su martirio, sino también a través de su
compromiso con los pobres. He aquí un extracto:
¿Dónde
está Dios? Dios está con los más vulnerables. Eso debería ser un axioma para
todo cristiano o cristiana leyendo su Biblia. Y eso, por supuesto, significa
que la unidad de la Iglesia, si es verdadera unidad con Jesucristo, está ligada
a que a Iglesia esté donde está Cristo. Para Romero, la unidad de la Iglesia
está ligada a estar unidos con Cristo a través de la solidaridad con los
pobres. La vocación del creyente es estar donde está Cristo y como Cristo dar
voz al grito de los que sufren y los desposeídos. Hablando con y para Cristo,
hablando desde el lugar de Cristo, es hablar desde el lugar de los desposeídos
y los marginados ...
[Romero]
plantea una cuestión muy inquietante y desafiante al ecumenismo: ¿podemos imaginar
de nuevo nuestra unidad en el contexto de su unión con Cristo como él la entiende?
¿Buscamos la unidad de las iglesias, una especie de fusión de diversos tipos de
vida institucional, o la unidad con Cristo? La visión ecuménica se siente y
suena muy distinta si comenzamos diciendo que nuestra plegaria y nuestra
esperanza es estar unidos con Jesucristo. Y por eso, y en eso, estar unidos entre
sí. Y estar unidos con Cristo en la proclamación de Cristo de la buena noticia
para los pobres ...
Nada de esto pretende sugerir que simplemente desmontamos todos nuestros intereses y preocupaciones en la doctrina, los sacramentos, y la disciplina, y simplemente vayamos a buscar buenas causas para apoyarlas juntos. Porque nada de esto tendría ningún sentido en absoluto, a menos que nuestros compromisos doctrinales y sacramentales fueran lo que son. El Cristo que está allí con y en los pobres no es sólo un impresionante maestro humano, sino el Hijo de Dios encarnado, el Señor Todopoderoso, que se viste en nuestra pobreza para que nosotros podamos ser vestidos en su riqueza divina. A menos que creamos en esto, nada de eso de estar unidos con él en los pobres tendría algún sentido ...
Así pues, el futuro ecuménico a la luz de la vida y de la muerte de monseñor Romero, su oración y testimonio, se convierte en un futuro en el que todas nuestras comunidades cristianas se dedican más a fondo a desafiar juntas las diversas ideologías que su propia vida de la iglesia, y su propia vida social, les imponga. Se convierte en un futuro en el que tratamos de ayudarnos los unos a los otros a buscar la unidad con Jesucristo en la confianza y la oración que en ese momento es que comenzamos el viaje uno hacia el otro. Monseñor Romero creía profundamente, como hemos visto, que existe solo una Iglesia; una Iglesia de aquellos que están verdaderamente donde está Cristo, que realmente hablan con su voz dentro y fuera de esa situación. Y cuando nos sintamos ansiosos, cínicos, o desesperados, incluso, acerca de si las iglesias nunca pueden ser unidas, nos ayuda no un poco a recordar que Cristo ya y eternamente es uno, que su cuerpo es uno, que su buena noticia es una, y que vamos tropezando en el camino hacia lo que ya es real en él.
Nada de esto pretende sugerir que simplemente desmontamos todos nuestros intereses y preocupaciones en la doctrina, los sacramentos, y la disciplina, y simplemente vayamos a buscar buenas causas para apoyarlas juntos. Porque nada de esto tendría ningún sentido en absoluto, a menos que nuestros compromisos doctrinales y sacramentales fueran lo que son. El Cristo que está allí con y en los pobres no es sólo un impresionante maestro humano, sino el Hijo de Dios encarnado, el Señor Todopoderoso, que se viste en nuestra pobreza para que nosotros podamos ser vestidos en su riqueza divina. A menos que creamos en esto, nada de eso de estar unidos con él en los pobres tendría algún sentido ...
Así pues, el futuro ecuménico a la luz de la vida y de la muerte de monseñor Romero, su oración y testimonio, se convierte en un futuro en el que todas nuestras comunidades cristianas se dedican más a fondo a desafiar juntas las diversas ideologías que su propia vida de la iglesia, y su propia vida social, les imponga. Se convierte en un futuro en el que tratamos de ayudarnos los unos a los otros a buscar la unidad con Jesucristo en la confianza y la oración que en ese momento es que comenzamos el viaje uno hacia el otro. Monseñor Romero creía profundamente, como hemos visto, que existe solo una Iglesia; una Iglesia de aquellos que están verdaderamente donde está Cristo, que realmente hablan con su voz dentro y fuera de esa situación. Y cuando nos sintamos ansiosos, cínicos, o desesperados, incluso, acerca de si las iglesias nunca pueden ser unidas, nos ayuda no un poco a recordar que Cristo ya y eternamente es uno, que su cuerpo es uno, que su buena noticia es una, y que vamos tropezando en el camino hacia lo que ya es real en él.
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