Saturday, April 25, 2015

El día de los dos beatos


 
¡El hecho de Pentecostés es maravilloso!” exclamó Mons. Óscar A. Romero en su última celebración de Pentecostés.  Aquel milagro se está realizando hoy porque lo que yo estoy diciendo aquí, en la Catedral de San Salvador, con mi pobre español, lo está diciendo en Norteamérica, en inglés, el predicador de la misa de este domingo”.  Mons. Romero se refiere a varios otros lugares y sus idiomas: “francés, en el Canadá y en Francia”; “en los dialectos de nuestros indígenas el misionero que se adentra en las selvas de Guatemala o de Colombia”; “o en italiano, o en los inmensos dialectos del África”.
El “milagro” se repetirá de manera especial este Pentecostés, cuando centenas de millares de feligreses se aglomerarán en dos ceremonias distintas, miles de millas aparte, para celebrar dos ceremonias de beatificación en dos diferentes continentes:
·         El sábado 23 de marzo se beatificará a Mons. Romero en vigilia de Pentecostés en El Salvador, en la América Central mientras que;

·         Ese mismo día, en Kenia, África, se beatificará a la Sor Irene Stefani (1891 – 1930), una monja misionera que se dedicó a servir al pueblo de Kenia como enfermera.
No es del todo inédito que dos beatificaciones ocurran el mismo día en diferentes partes del mundo, pero sí es raro.  La última vez que ocurrió fue en 2012, cuando el Beato Pierre-Adrien Toulorge fue elevado a los altares por el Cardenal Angelo Amato en Francia, mientras que el Beato Giuseppe Toniolo fue beatificado en Roma por el Cardenal Salvatore De Giorgi el mismo 29 de abril.
La historia de cómo Mons. Romero y la Sor Irene llegan a los altares juntos es de providencial coincidencia.  La causa de Sor Irene empieza en marzo de 1984 con la apertura del proceso diocesano ese año y culmina treinta años después con la aprobación de un milagro en junio del año pasado.  La causa de Mons. Romero inicia en marzo de 1993, cuando se abre la fase diocesana y culmina con el decreto de martirio el febrero pasado, veintiún años más tarde.  En el caso de la Sor Irene, serán 85 años desde su muerte hasta su beatificación y en el caso de Mons. Romero son 35—cosa que es de esperarse, dado que él es un mártir y así lleva un proceso más agilizado que el de ella, una confesora.
Pero si bien Mons. Romero ha sido favorecido por la velocidad en su proceso, la desventaja es que la preparación de su ceremonia ha sido más apresurada.  En el caso de Sor Irene, el Vaticano estableció que su beatificación sería el 23 de mayo en septiembre del año pasado—o sea, con ocho meses de anticipación.  De hecho, el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, estaba originalmente designado para hacer la beatificación de Sor Irene en Kenia.  Cuando se anunció que la beatificación de Mons. Romero sería el mismo día, el anuncio dejó solo dos meses para preparar la ceremonia Romero, y obligó que la beatificación de Sor Irene sea celebrada por el Cardenal Polycarp Pengo, de Tanzania.
Romero es un mártir del Evangelio entre los pobres, mientras que Sor Irene dio su vida de otra manera; siendo enfermera, se contagió de un paciente y murió de su enfermedad.  También hay similitudes entre las dos ceremonias.  Las autoridades kenianas han pronosticado que unos 300 mil fieles participarán en la beatificación de Sor Irene, mientras que las salvadoreñas han dicho que 260 mil llegarán a la beatificación Romero.  En Kenia, solo el 33% de la población es católica, pero dado la inmensidad del país eso equivale a aproximadamente 7 millones de fieles.  Eso es más que la población total de El Salvador, de 6 millones, la mitad de cual es católica.  Como ya mencionado, la beatificación de Sor Irene también ha tenido mucho más tiempo para ser organizada, aunque el sitio es más remoto, y el estado de las carreteras ha sido un reto para los organizadores.
Finalmente, no falta decir que ambos pueblos, tanto el salvadoreño como el keniano, ponen muchas necesidades ante sus nuevos beatos.  El Salvador sufre de elevados índices de violencia por causa de las maras delincuenciales que han puesto las tazas de homicidios a niveles equivalentes a los del conflicto armado en tiempos de Mons. Romero.  Kenia tiene problemas aún más dramáticos, como el reciente ataque islamista contra universitarios cristianos que dejó un saldo de 150 muertos y 80 heridos, que llevó a Mons. Anthony Muheria a advertir que debemos “dejar de estar jugando” en el tema de la persecución de cristianos.
¡Que Mons. Romero y Sor Irene intercedan por sus pueblos amados!

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