“¡El hecho de Pentecostés es maravilloso!”
exclamó Mons. Óscar A. Romero en su última celebración de Pentecostés. “Aquel
milagro se está realizando hoy porque lo que yo estoy diciendo aquí, en la
Catedral de San Salvador, con mi pobre español, lo está diciendo en
Norteamérica, en inglés, el predicador de la misa de este domingo”. Mons. Romero se refiere a varios otros
lugares y sus idiomas: “francés, en el
Canadá y en Francia”; “en los
dialectos de nuestros indígenas el misionero que se adentra en las selvas de
Guatemala o de Colombia”; “o en
italiano, o en los inmensos dialectos del África”.
El “milagro” se
repetirá de manera especial este Pentecostés, cuando centenas de millares de
feligreses se aglomerarán en dos ceremonias distintas, miles de millas aparte,
para celebrar dos ceremonias de beatificación en dos diferentes continentes:
·
El sábado 23 de marzo se beatificará a Mons. Romero en
vigilia de Pentecostés en El Salvador, en la América Central mientras que;
·
Ese mismo día, en Kenia, África, se beatificará a la
Sor Irene Stefani (1891 – 1930), una monja misionera que se dedicó a servir al
pueblo de Kenia como enfermera.
No es del todo
inédito que dos beatificaciones ocurran el mismo día en diferentes partes del
mundo, pero sí es raro. La última vez
que ocurrió fue en 2012, cuando el Beato Pierre-Adrien Toulorge fue elevado a
los altares por el Cardenal Angelo Amato en Francia, mientras que el Beato Giuseppe
Toniolo fue beatificado en Roma por el Cardenal Salvatore De Giorgi el mismo 29 de abril.
La historia de
cómo Mons. Romero y la Sor Irene llegan a los altares juntos es de providencial
coincidencia. La causa de Sor Irene
empieza en marzo de 1984 con la apertura del proceso diocesano ese año y
culmina treinta años después con la aprobación de un milagro en junio del año
pasado. La causa de Mons. Romero inicia
en marzo de 1993, cuando se abre la fase diocesana y culmina con el decreto de
martirio el febrero pasado, veintiún años más tarde. En el caso de la Sor Irene, serán 85 años
desde su muerte hasta su beatificación y en el caso de Mons. Romero son 35—cosa
que es de esperarse, dado que él es un mártir y así lleva un proceso más
agilizado que el de ella, una confesora.
Pero si bien
Mons. Romero ha sido favorecido por la velocidad en su proceso, la desventaja
es que la preparación de su ceremonia ha sido más apresurada. En el caso de Sor Irene, el Vaticano estableció
que su beatificación sería el 23 de mayo en septiembre del año pasado—o sea,
con ocho meses de anticipación. De
hecho, el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de
los Santos, estaba originalmente designado para hacer la beatificación de Sor
Irene en Kenia. Cuando se anunció que la
beatificación de Mons. Romero sería el mismo día, el anuncio dejó solo dos
meses para preparar la ceremonia Romero, y obligó que la beatificación de Sor
Irene sea celebrada por el Cardenal Polycarp Pengo, de Tanzania.
Romero es un
mártir del Evangelio entre los pobres, mientras que Sor Irene dio su vida de
otra manera; siendo enfermera, se contagió de un paciente y murió de su
enfermedad. También hay similitudes
entre las dos ceremonias. Las
autoridades kenianas han pronosticado que unos 300 mil fieles participarán en
la beatificación de Sor Irene, mientras que las salvadoreñas han dicho que 260
mil llegarán a la beatificación Romero.
En Kenia, solo el 33% de la población es católica, pero dado la
inmensidad del país eso equivale a aproximadamente 7 millones de fieles. Eso es más que la población total de El
Salvador, de 6 millones, la mitad de cual es católica. Como ya mencionado, la beatificación de Sor
Irene también ha tenido mucho más tiempo para ser organizada, aunque el sitio
es más remoto, y el estado de las carreteras ha sido un reto para los
organizadores.
Finalmente, no
falta decir que ambos pueblos, tanto el salvadoreño como el keniano, ponen
muchas necesidades ante sus nuevos beatos.
El Salvador sufre de elevados índices de violencia por causa de las
maras delincuenciales que han puesto las tazas de homicidios a niveles
equivalentes a los del conflicto armado en tiempos de Mons. Romero. Kenia tiene problemas aún más dramáticos,
como el reciente ataque islamista contra universitarios cristianos que dejó un
saldo de 150 muertos y 80 heridos, que llevó a Mons. Anthony Muheria a advertir
que debemos “dejar de estar jugando”
en el tema de la persecución de cristianos.
¡Que Mons.
Romero y Sor Irene intercedan por sus pueblos amados!
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