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Una catedral del siglo XIX
asociada con la marcha de los católicos ingleses desde la represión a la
tolerancia, bombardeada por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y visitada
por Juan Pablo II en 1982, ahora alberga un “espacio [Óscar A.] Romero” que el
embajador salvadoreño Werner Matías Romero (sin parentesco a Monseñor) llamó “un pedacito de el Salvador” en el
corazón de Londres. Embajadores y Altos Comisionados, miembros del Parlamento y
otros funcionarios del gobierno se sumaron a religiosos de las comunidades
católica y anglicana en la Catedral de Saint George, incluyendo el arzobispo católico de Southwark (cuya
jurisdicción abarca partes de Londres y puntos al sur) Peter Smith, el obispo
católico de Hallam (Provincia de Liverpool) John Rawsthorne, y el decano
anglicano de Westminster, John Robert Hall, quien encabeza el capítulo de la
Abadía de Westminster, donde una estatua prominente de Óscar Romero ha lucido
en la fachada occidental de la Iglesia Real desde 1998. La gran asamblea llegó a
participar en un servicio de oración ecuménico que inauguró una pequeña capilla
dedicada a Romero y para bendecir una gran “Cruz Romero”, en el estilo del
muralista Fernando Llort, creada por el maestro salvadoreño en las
montañas de El Salvador y enviada a Londres.
La Cruz contiene un solideo de Romero y un fragmento de la sotana ensangrentada que vestía cuando fue asesinado.
Entre la muchedumbre de más de 1200 presente en
la ceremonia del jueves 19 de septiembre se encontraban Llort; el hermano menor
de Romero, don Gaspar Romero; y el vicario de Romero, monseñor Ricardo Urioste,
presidente de la Fundación Romero en El Salvador por largo tiempo, quien cumplió
88 años a principios de la semana. Mons. Urioste fue el orador principal de la
noche, y pronunció unas palabras breves pero conmovedoras presentando a Romero
como un hombre de Dios, un hombre de la Iglesia, y un hombre del pueblo. Sus
palabras estuvieron salpicadas con anécdotas sobre Romero de un estrecho
colaborador. Recordando la espiritualidad de Romero, Urioste relató que acompañó
a Romero en un viaje a Roma cuando era arzobispo. “Fuimos juntos a la Basílica de San Pedro”, recordó Urioste. “Se arrodilló ante el altar y yo me arrodillé
a su lado. Después de un largo tiempo, me levanté”. Urioste cuenta que
Romero “todavía estaba en profunda
oración, y pensé: ‘Hay que seguir a este hombre porque él está siguiendo a Dios'.”
Explicando que en su concepto de Iglesia Romero incluyó los laicos, Urioste recordó
la vez que Romero se acercó a un indigente después de una reunión con algunos
teólogos . “Pensé que iba a ofrecerle una
ayuda”, dijo Urioste. “En lugar, le hizo
a este hombre la misma pregunta que le había hecho a los teólogos”. Urioste
citó los apuntes que Romero hizo en su último retiro espiritual, donde escribía
sobre su temor de ser asesinado, pero al final acepta la posibilidad de una
muerte violenta y ora por la fuerza para enfrentarla. Urioste las considera “entre las palabras más hermosas que ha
escrito”.
Mons. Urioste rechaza el modelo
de conversión repentina en la vida de Romero, y prefiere comparar la apertura
de los ojos de Romero al relato bíblico del ciego de Betsaida (Marcos 8:22-26),
que recupera la vista completamente, poco a poco, en un milagro de Jesús.
Romero “siempre fue alguien que trató de
hacer la voluntad de Dios y Dios le reveló su voluntad, paso por paso”, dijo
Urioste. Concluyó con un esmerado deseo por la santidad de Romero:
En el curso de la historia, tres
obispos han sido asesinados en el templo. El primero fue el obispo de Cracovia,
Estanislao. Fue asesinado por regañar al rey polaco por sus pecados, es decir, por
la defensa de la moralidad. El segundo fue el arzobispo de Canterbury, Tomás
Becket, que fue asesinado por defender los derechos y las libertades de la
Iglesia. Y el tercero fue Mons. Romero de San Salvador, que trató de ser fiel
al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia. Fue asesinado por defender a los
pobres.
Los dos primeros han sido ya canonizados.
Tal vez algún día, si Dios quiere, Mons. Óscar Romero será canonizado, también.
En el punto simbólico más culminante
de la noche, la asamblea ecuménica, incluyendo cánones luciendo mozzettas
recortadas de armiño, encendió velas y rodeó la gran cruz colorida, en la
capilla abovedada de la catedral gótica románica. Los dignatarios presentes
incluyeron al p. Michael Campbell-Johnston SJ, el ex Provincial británico;
Julian Filochowski, el líder de la Romero Trust; Canon John O'Toole, el Decano
de la Catedral; Jan Graffius, de Stonyhurst College, quien restauró las vestimentas
de Romero para su preservación en San Salvador; el Revdo. Richard Carter, de San
Martín de los Campos en Londres, donde se celebran las conmemoraciones Romero; la
Hna. Elizabeth Dawson, de las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y
María; Clare Dixon, directora del programa de CAFOD para América Latina; el p.
Tony Lester O.Carm, de la provincia británica de los Frailes Carmelitas; la Hna.
Pamela Hussey SHCJ; el p. Marcos Hackeson; y Chris Bain.
El Arzobispo Smith roció agua
bendita y agitó un incensario caminando alrededor de la Cruz durante la
ceremonia de bendición. Al hacerlo, las palabras del Embajador Matías Romero
parecían encuadrar la escena. Refiriéndose a Mons. Romero, el diplomático dijo:
“Él nos ascendió a un nivel superior”.
Después de la ceremonia, los miembros del público pasaron enfrente de la Cruz,
admirándola, tomando fotos. “Ahora en su paso
hacia la santidad, la semejanza de la voz de los sin voz está hoy marcada en piedra
[en la estatua] sobre la entrada a la
abadía de Westminster, y su imagen permanece grabada en nuestras mentes, su
ejemplo no pierde su resplandor”.
Arriba: Mons. Urioste pronuncia un discurso personal. Abajo: el artista Fernando Llort (centro ) enciende una vela con Julian Filochowski (de espaldas a la cámara), mientras que Gaspar Romero espera detrás de Llort a la izquierda, con el Canon John O'Toole a la derecha.
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