El Día de Ayuno y Oración por la Paz en Siria llamado por el Papa Francisco ya está en curso y Súper Martirio se incorpora a esta actividad de la fe convocada por el Santo Padre dentro de su competencia de Pastor Universal de la Iglesia.
Después de los ataques inhumanos
del 11 de septiembre del 2001, el Beato Juan Pablo lanzó uno de sus llamados más contundentes, tratando de detener la guerra en Iraq. “El uso
de la fuerza representa el último recurso, después de haber agotado todas las
demás soluciones pacíficas, según los bien conocidos principios de la misma
Carta de la ONU”, dijo el pontífice.
Después agregó unas palabras improvisadas, hablando en primera persona,
como un testigo del dramático siglo XX, insistiendo ardientemente sobre la paz,
en palabras que se pueden calificar como su exhortación final (ya estaba
visiblemente deteriorado en su salud):
Yo pertenezco a la generación que
vivió la segunda guerra mundial y sobrevivió. Siento el deber de decir a todos
los jóvenes, a los más jóvenes que yo, que no tienen esa experiencia: “¡Nunca más la guerra!”, como dijo PabloVI en su primera visita a las Naciones Unidas. Debemos hacer todo lo posible.
Sabemos muy bien que no es posible la paz a toda costa. Pero todos sabemos cuán
grande es esta responsabilidad. Por tanto, ¡oración y penitencia!
Con esta perspectiva, Juan Pablo también
nos pinta el trasfondo al llamado actual del Papa Francisco. Como escribe Andrea Tornielli, “Con su llamado grave y
fuerte, Papa Francisco se incluye en la tradición de los Pontífices que han
alzado la voz durante el último siglo, casi siempre sin ser escuchados, para
detener las guerras”. De hecho, esta
línea se puede trazar desde Benedicto XV entrometiendo en contra de la Primera
Guerra Mundial; a Pio XI y Pio XII en la Segunda; Juan XXIII y Pablo VI en
contra de la Guerra Fría y sus conflictos derivados; y Juan Pablo II y
Benedicto XVI.
Así es que, por radical y revolucionario que
parezca el actuar del papa—y lo es, en el sentido mejor del caso—es también una
reacción que obedece muy lealmente a la tradición profética de la Iglesia.
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