Thursday, August 29, 2013

Notas para la lectura de Siria


El padre Romero (izq.) durante una visita en Tierra Santa.
 
De cara a una intervención militar posiblemente a punto de llegar, por el presunto ataque de armas químicas contra la población siria, los cristianos sirios nos están enviando un mensaje muy claro. En caso de que no lo haya escuchado, este titular de «La Stampa» lo resume muy bien: “Todos los cristianos del Medio Oriente: No a la intervención en Siria”. Ya que este mensaje proviene desde los más altos rangos de la jerarquía de la iglesia local, haríamos bien en escuchar. Esta nota no quiere tomar una posición sobre lo que debería ser la respuesta del Occidente, sino proponer un instrumento para poder leer los mensajes de advertencia de los clérigos cristianos en la región.
Recientemente, he quedado impresionado por las similitudes entre las declaraciones de estos clérigos cristianos y las palabras de Monseñor Óscar A. Romero de El Salvador poco antes de ser martirizado en 1980. Ambos están reaccionando ante la perspectiva de una intervención de EE.UU. en su país, pidiendo a los EE.UU. no interferir. Cuando se plantean tales objeciones, ¿debemos escuchar? Mi primer instinto es decir: por supuesto que debemos escuchar, se trata de pastores cristianos y, a menudo, de hermanos católicos. Pienso en Mons. Romero, reclamando para la Iglesia la autoridad que Dios Padre le confiere a Jesús para recordarnos de nuestra obligación moral de escuchar (ver, Mateo 17,05—”Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; ¡escuchadle!”). Pienso en el Papa Pablo VI, quien le dijo a la Asamblea General de la ONU en octubre de 1965 que la Iglesia es “experta en humanidad”. Por supuesto, la Iglesia también tiene experiencia en la moralidad del uso de la fuerza, con su teoría de la “guerra justa” que sigue prevaleciendo en el discurso dentro del derecho internacional sobre la materia. Pero, en lugar de discutir esto en el plano filosófico, teórico o teológico, analicemos algunos puntos concretos.
Suena a política. En primer lugar, me llamó la atención el tono discordante de algunos de los discursos de los líderes cristianos en la región. El Patriarca Melquita católico Gregorio III Laham ha dicho que, El ataque planeado por los Estados Unidos es un acto criminal. Eso puede ser calificado de estridente, ya que todavía no se había producido tal ataque cuando hizo la declaración. El Patriarca caldeo Louis Sako Raphael en Bagdad comparó la posible intervención en Siria a la acción en Irak, la cual criticó: “Después de diez años de la intervención de la llamada ‘coalición de voluntarios’ que derrocó a Saddam, nuestro país sigue siendo golpeado por las bombas, los problemas de seguridad, la inestabilidad de la crisis económica”. Cuando Mons. Romero utilizó un lenguaje igualmente fuerte, el Departamento de Estado de EE.UU. redactó una carta al Papa criticando la supuesta parcialidad del arzobispo.
No es política. Por supuesto, sería ser simplista descartar las opiniones de religiosos que plantean objeciones a la intervención militar diciendo que son partidarios. Además, si analizamos los alineamientos políticos, tal crítica no tiene mucho sentido. Cuando Romero escribió una carta al presidente de EE.UU. advirtiendo en contra de la participación militar en El Salvador, el destinatario de esa carta era Jimmy Carter, un demócrata liberal con declarada afinidad por los derechos humanos. Y, por supuesto, cuando los cristianos sirios hablan en contra de la intervención de EE.UU. hoy en día, dirigen sus quejas a Barack Obama, otro hombre de izquierda, que hizo campaña para la presidencia criticando proyectos intervencionistas de su predecesor y que visitó la región prometiendo una nueva era de cooperación con el mundo musulmán. (En otras palabras, no se trata de un grupo de clérigos extranjeros izquierdistas contra un político conservador EE.UU.).
Cada situación es diferente. Una vez más, para que nadie confunda esta reflexión por activismo político, tengamos claro que el tema de esta nota no es, ‘Romero estaba en lo cierto, por lo tanto, los cristianos sirios están en lo cierto’. Normalmente soy el primero en protestar intentos de extraer a Mons. Romero de su momento histórico y usarlo como un estandarte a todo propósito, aplicable a situaciones que pueden ser radicalmente diferente del momento histórico que le tocó vivir. El mismo Romero nos da la advertencia, contra-intuitiva, que: “La historia no se repite aunque el dicho dice: ‘la historia se repite’.” Ciertos patrones y arquetipos pueden reaparecer, pero la historia es “variada”, insistió Romero. El único constante es Dios que “tiene como la complacencia de cambiar la historia, jugar con la historia; ‘hago nuevas las cosas’.” ( Cf. Isaías 43:19 , Apocalipsis 21:05 . ) Favoreciendo la intervención en Siria, lo más grande que me pesa en la mente, y debe pesar en los que tienen el poder para actuar, es la idea de que, durante la Segunda Guerra Mundial, se dice que los Aliados tenían algún conocimiento sobre las posibles ubicaciones de los campos de exterminio, pero no optaron por no hacer bombardeo. Sin duda, se llega el momento en que las violaciones de los derechos humanos surgen al nivel que el actuar, aún sin autorización, es una obligación cristiana. Cuando el pastor Bonhoeffer participó en el complot para asesinar a Hitler, su acción estaba moralmente empapada de esa obligación. Pero, afortunadamente, esto no es un artículo sobre cómo hacer frente a una crisis humanitaria, sino simplemente algunas indicaciones sobre cómo escuchar las voces cristianas involucradas en ella.
Hay ciertas similitudes innegables en la comparación Salvador - Siria. Vamos a echar un vistazo a cinco de ellas.
1. Muerte de los cristianos. Algo que los líderes cristianos nos están diciendo es que nuestra participación podría tener consecuencias trágicas para los religiosos cristianos. Como fue el caso de El Salvador , donde seis de los sacerdotes de Mons. Romero habían sido asesinados y veinte más (incluyendo a Romero) serían asesinados al fin de cuentas, en Siria, en particular, el clero cristiano está en el blanco. El obispo siriaco ortodoxo de Aleppo, Youhanna Ibrahim , y el metropolitano ortodoxo griego de Alepo y Iskenderun, Boulos al- Yaziji , fueron secuestrados y permanecen desaparecidos. Un padre jesuita italiano, Paolo Dall’Oglio, también fue secuestrado y se da por muerto. El p. François Murad fue asesinado en junio. “Todos deberían saber”, dijo el padre Halim Noujaim, ministro regional de los franciscanos para Siria y el Líbano “que el Occidente, en su apoyo a los revolucionarios, está apoyando a extremistas religiosos y está ayudando a matar a los cristianos”.
2. Enfrentamiento geopolítico. Como fue el caso con la crisis salvadoreña, el conflicto regional en Siria es una expresión de una confrontación global más amplia.  El Salvador fue un flash en el enfrentamiento de la Guerra Fría entre los EE.UU. y la Unión Soviética, que financiaban a los combatientes. “Todo lo que está sucediendo en Medio Oriente (tanto en Egipto como en Siria o en Irak) es una guerra que tiene dos dimensiones”, dice el patriarca maronita Bechara Rai, guerras en que se enfrentan moderados contra fundamentalistas y, en un sentido más amplio, se dan en el contexto de la Guerra contra el Terror liderada por Estados Unidos. “Siento deber decirlo, hay países, sobre todo occidentales”, dice el patriarca, “que están fomentando todos estos conflictos”. Conflictos geopolíticos son, por definición, mundanos, y la perspectiva eterna, trascendente de la Iglesia puede ayudarnos a tomar una visión a largo plazo sobre ellos.
3. Derecho a estar libre de intervenciones. El patriarca Copto católico Ibrahim Isaac Sedrak expresó claramente este principio al declarar que: “Somos egipcios, una parte integral del pueblo egipcio”, y que “la intervención extranjera en los asuntos internos de Egipto o de su soberanía, por cualquier pretexto—por ejemplo, bajo el pretexto de proteger cristianos—queda rechazada”.  Como lo dijo Mons. Romero, “la historia de la salvación la va haciendo Dios en la historia de cada pueblo y, por eso, un pueblo no se puede comparar con otro pueblo y ningún imperio tiene que venir a influir en el modo de ser de nuestro pueblo”.

4. Acción militar que carezca de la credibilidad moral no tendrá éxito. El Patriarca Melquita católico Gregorio III Laham, ha advertido que la intervención militar carecería de credibilidad en la región, porque nadie va a creer que los EE.UU. y la UE usarían la fuerza militar para defender a los débiles: “Nadie cree eso”.  A pesar de pueda hacer arder los oídos occidentales oír esa condena, es una evaluación contundente de cómo se nos percibe en ciertas partes del mundo. La Iglesia no está tratando de entrometerse en un debate para convertirse en una voz más de la discordia, dijo Mons. Romero. “La misión de la Iglesia, no es entrar en competencias proponiendo un proyecto más; sino, con la autonomía y la libertad de los hijos de Dios y del Evangelio, señalar lo bueno que puede haber en cada proyecto para animarlo y denunciar lo malo que pueda haber en cualquier proyecto para acabar con él”.
5. La falla de la inteligencia. El Patriarca Sako advirtió que la intervención militar liderada por Estados Unidos en Siria sería una “catástrofe”: “sería como provocar la erupción de un volcán con una explosión para arrasar Irak, el Líbano, [y] Palestina”. Como se señaló anteriormente, Sako se refirió a las dificultades en que sigue su país (Irak) y el Patriarca Laham se refirió a la inteligencia defectuosa que precipitó la invasión original, sobre la supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen iraquí (que nunca pudo ser confirmado). Tales advertencias desde el campo pueden ser útiles cuando las fuentes son fiables. En su carta a Jimmy Carter argumentando en contra de la intervención militar de EE.UU. en El Salvador, Mons. Romero advirtió contra los planes enviar asesores militares estadounidenses a entrenar a tres batallones salvadoreños. Esos batallones serían posteriormente desmantelados a causa de sus notorias violaciones de los derechos humanos, incluyendo su responsabilidad por la peor masacre de civiles en el continente americano.
 
Hay una gran de agitación en torno a este tema. Peor aún, hay mucha indiferencia. Tal vez con estos criterios, podemos escuchar lo que nuestros hermanos cristianos nos dicen y darles justa audiencia.

Notes on Reading Syria


Young Father Óscar Romero (L.) during a trip to the Holy Land.
Facing possibly imminent Western strikes in response to a suspected nerve gas attack by the Syrian regime against its own people, Syrian Christians are sending us a clear message.  In case you’ve missed it, this headline from «La Stampa» sums it up pretty well: “Christians in the Middle East unanimously oppose potential raid on Syria.”  Given that the comments are coming from high ranking officials of the local church hierarchy, we would be well advised to listen.  This piece seeks not so much to take a stand on what the Western response should be, but to propose a tool through which to read the warning messages from Christian clerics in the region.
Recently, I’ve been haunted by the similarities between the statements of these Christian churchmen and the words of Archbishop Óscar A. Romero of El Salvador shortly before he was martyred in 1980.  Both are responding to the prospect of U.S. intervention in their countries, pleading with the U.S. not to get involved.  When such objections are raised, must we listen?  My first thought is: of course we should listen, these are Christian pastors and, often, fellow Catholics.  I think of Romero, who would claim for the Church the authority that God the Father confers on Jesus to remind us of our moral obligation to listen (e.g., Matthew 17:5—“This is My beloved Son, with whom I am well-pleased; listen to Him!”).  I think of Pope Paul VI, who told the U.N. General Assembly in October 1965 that the Church is an “expert in humanity.”  Of course, the Church also has expertise in the morality of the use of force, with its “Just War” theory continuing to hold sway in international law discussions of the subject.  But, rather than discuss this at a philosophical, theoretical or theological level, let us analyze some discrete points.
It sounds political.  First and foremost, I was struck by the discordant tenor of some of the discourse from Christian leaders in the region.  Melkite Catholic Patriarch Gregoire III Laham was quoted as saying that, The U.S.’s planned attack on Syria is a criminal act.”  That may strike some as strident, to say the least, given that no attack had yet occurred when the statement was made.  Chaldean Patriarch Louis Raphael Sako in Baghdad likened the prospective intervention to U.S. action in Iraq, of which he was critical: “After 10 years of the so-called ‘coalition of the willing’ that overthrew Saddam, our Country is still battered by bombs, security problems, by the instability of the economic crisis.”  When Archb. Romero used similarly strong language, the U.S. State Department drafted a letter to the Pope criticizing alleged partisanship in the archbishop.
It’s not political.  Of course, it’s simplistic to dismiss clerics who raise objections to military intervention as mere partisans.  Besides, if you analyze the political alignments, such a critique doesn’t make much sense.  When Romero wrote a letter to the U.S. President warning against military involvement in El Salvador, its recipient was Jimmy Carter, a liberal Democrat with an avowed affinity for human rights.  And, of course, when Syrian Christians speak against U.S. intervention today, they address their grievances to Barack Obama, another left-leaning Democrat, who campaigned for the presidency criticizing his predecessor’s interventionist projects and who visited the region vowing a new era of cooperation with the Muslim world.  (In other words, its not a bunch of leftist foreign clerics against a conservative U.S. politician.)
Every situation is different.  Again, lest anyone confuse this reflection for editorializing, let us be clear that the point of this thought piece is not, ‘Romero was right, therefore the Syrian Christians are right.’  I am usually the first to object to attempts to extrapolate Romero from his unique, historical moment and use him as an all-purpose litmus to be applied to situations that may be radically different from the moment in history in which he lived.  Romero himself warns, counter-intuitively, that, “History does not repeat itself even though it is said: ‘History repeats itself’.”  Certain patterns and archetypes may recur, but history is “varied,” Romero maintained.  The only constant is God, who delights “to change history and ‘makes all things new’.  (C.f., Isaiah 43:19, Revelation 21:5.)  Favoring intervention, the greatest thing that weighs on my mind—and must weigh on those with the power to act—is the thought that, during the Second World War, it is said that the Allies had some knowledge about the possible locations of extermination camps, but opted not to bomb.  Surely, at some point, human rights violations arise to the level that action, even unauthorized action, is a Christian obligation.  When pastor Bonhoeffer became involved in a plot to kill Hitler, his action was morally cloaked in that obligation.  But happily, this is not a piece on how to address a humanitarian crisis, but simply pointers on how to listen to the Christian voices within it.
There are certain undeniable similarities in the Salvador-Syria comparison.  Let’s take a closer look at five of them.
1.  Death of Christians.  One thing Christian leaders are telling us is that our involvement could have tragic consequences for Christian clerics.  As was true in El Salvador, where six of Archbishop Romero’s priests had been assassinated and twenty more (including Romero) would be killed before the dust settled, Syria, in particular, has Christian clergy in the crosshairs.   The Syriac Orthodox bishop of Aleppo, Youhanna Ibrahim, and the Greek Orthodox metropolitan of Aleppo and Iskenderun, Boulos al-Yaziji, were kidnapped and remain missing.  An Italian Jesuit Fr. Paolo Dall’Oglio, was also kidnapped and is feared dead.  Fr. François Murad was killed in June.  I would like everyone to know,” said Fr. Halim Noujaim, the Franciscans’ regional minister for Syria and Lebanon, “that the West, in supporting the revolutionaries, is supporting religious extremists and helping to kill Christians.”
2.  Geopolitical standoff.  As was true with the Salvadoran crisis, the regional conflict in Syria is an expression of a larger global confrontation.  El Salvador was a flare-up in the Cold War showdown between the U.S. and the Soviet Union, which were funding the combatants in the local conflict.  Everything that is going on in the Middle East,” says Maronite Patriarch Bechara Rai, “be it in Egypt, Syria or Iraq, is a two-dimensional war,” pitting moderates against fundamentalists and, in a larger sense, plays against the U.S.-led War on Terror.  I hate to have to say it, but there are countries, Western especially,” says the Patriarch, “that are fuelling these conflicts.”  Geopolitical conflicts are, by definition, worldly, mundane, and the Church’s transcendent, eternal perspective can help us take the long view.
3.  Right to be free from foreign intervention.  Coptic Catholic Patriarch Ibrahim Isaac Sedrak expressed this principle unambiguously when he declared that, “We are Egyptian, an integral part of the Egyptian people” and that “foreign intervention in Egypt's internal affairs or its sovereignty under any pretext, for example under the pretext of protecting Christians, is rejected.”  As Archb. Romero put it, “God works out the history of salvation in each people’s history. Each people is different from every other and no imperial power may interfere with or influence our people’s way of being.”
4.  Military action lacking moral credibility will not be successful.  Melkite Catholic Patriarch Gregoire III Laham has warned that military intervention would lack credibility in the region because no one would believe that the U.S. and the E.U. would use military force to defend the weak.  No one believes that!” Even though it may be grating on Western ears to hear such a condemnation, it is a blunt assessment of how we are perceived in certain parts of the world.  The Church is not trying to elbow her way into the debate to become one more partisan voice of discord, said Archb. Romero.  Rather, with the autonomy and freedom of the Children of God offered by the Gospel, our mission is to indicate what may be good in each plan in order to encourage such plans, and what may be bad in any program the Church must seek ways to have those elements removed.
5.  Failure of intelligence.  Patriarch Sako warned that US-led military intervention in Syria would be “a disaster. It would be like a volcano erupting with an explosion meant to destroy Iraq, Lebanon, [and] Palestine.”  As previously noted, he pointed to the continuing trouble in his country (Iraq) and Patriarch Laham recalled the faulty intelligence that precipitated the original invasion, regarding the alleged possession of weapons of mass destruction by the Iraqi regime (which was never borne out).  Such warnings from the ground can be useful if the sources are reliable.  In his letter to Jimmy Carter arguing against U.S. military involvement in El Salvador, Archb. Romero warned against plans for U.S. military advisors to train three Salvadoran battalions. Those battalions would later be dismantled because of their notorious human rights records, including responsibility for the worst civilian massacre on the American content.

There is a lot of agitation surrounding this issue.  Worse still, there is a lot of indifference.  Perhaps with these points in mind, we can listen to what our fellow Christians are saying and give them a fair hearing.

Tuesday, August 27, 2013

Archbishop Romero and St. Augustine


In his three years as Archbishop of San Salvador, Oscar Romero cited St. Augustine often.  As part of our Romero for the Year of Faith, here is a collection of such quotes for St. Augustine’s Feast Day.
Christian and bishop
This morning here in the cathedral of San Salvador, I repeat the words of the famous bishop, Saint Augustine: with you I am a Christian and for you I am a bishop.  (St Augustine, Sermons, 340, 1: PL 38, 1483; Romero’s March 23, 1978 Homily.)
The word remains
Saint Augustine places before us a beautiful statement when he says: The voice is a sound that is heard by the ear, but in this voice one hears the Word, an idea. (St Augustine, Sermons, 288,3; PL 38, 1304.) This is what is happening here this morning in the Cathedral and through our radio broadcast. People are listening to this voice but once this voice is transmitted, it ends—it is a sound. The word, however, remains because the word is an idea.  This means that everyone who proclaims Christ is a voice. The voices, however, pass away, preachers die, but the Word remains. The Word remains and this is a great comfort to all preachers—their voice will disappear but their words which are a proclamation of Christ, will remain in the hearts of those who desire to accept them.
The Church is the incarnate Christ in real, concrete flesh. Today this flesh can be the flesh of a prostitute and tomorrow this flesh can be that of a saint who, like Mary Magdalene, repents. Today this flesh can be the flesh of Saint Augustine involved in all forms of worldly pleasure and seemingly incapable of living a chaste life and tomorrow this flesh can be the flesh of the sinner Saint Augustine who repents.  (Romero’s December 17, 1978 Homily.)
We believe what we want to believe
Saint Augustine used a phrase that I believe is very appropriate for these times: libenter id quod volumus credimus, that is, with great pleasure we believe what we want to believe. For this reason it becomes very difficult to believe the truth because many times we do not want to believe the truth, the truth disturbs our conscience. But even though the truth might disturb us, we must accept it and we must believe in it so that the Lord might always bless us with that freedom of those who love the truth and who do not sell the truth or our pens or voices or the media to the highest bidder for some financial gain or personal interest or some other materialistic reality. How sad it is to see that so many people have sold their words and so many voices on the radio earn their living by nourishing themselves on the slanderous words that they produce. Most often the truth will not produce money but only bitterness, yet it is better to be free with the truth then to have great wealth as a result of lies.  (Romero’s May 7, 1978 Homily.)
Appearances are not enough
It is not enough to come to Mass on Sunday. It is not enough to call oneself Catholic. It is not enough to bring one’s children to the Church for the sacrament of Baptism even though this might be a great feast in society. Appearances are not enough and God cannot be paid with appearance. God desires the garment of justice. God wants Christians to clothe themselves in the garment of love. God wants those who participate in his feast to make a personal effort because Jesus is the primary One who saves us. But as Saint Augustine says: God, who has created us without us, will not save us without our cooperation.  (St Augustine, Sermons, 169, 13: PL 38, 915.) God’s does not need our consent to create us, but to save us we need to use our freedom; we need to know how to use material things and our person freely and with a sense of justice and charity.  (Romero’s October 15, 1978 Homily.)
Late Have I Loved You, Beauty Ever Ancient Ever New
There are many people who do not allow themselves to be filled with religion because they prefer to be lacking in religion. Let us fill our interior lives and then like Saint Augustine, the sinner, we shall say: Late have I loved you, O Beauty ever ancient, ever new, late have I loved you! You were within me, but I was outside, and it was there that I searched for you. In my unloveliness I plunged into the lovely things which you created. You were with me, but I was not with you. Created things kept me from you; yet if they had not been in you they would have not been at all. You called, you shouted, and you broke through my deafness. You flashed, you shone, and you dispelled my blindness. You breathed your fragrance on me; I drew in breath and now I pant for you. I have tasted you, now I hunger and thirst for more. You touched me, and I burned for your peace. (St Augustin, Confessions, X, 27: PL 32, 795.) Saint Augustine knew the Lord and was saved and was holy. It does not matter how sinful people might be when they enter into this beautiful relationship with the Lord. Today we are called to this interior disposition and called to put aside all emptiness and those realities that lead us to make religion an exterior practice.
We know that if we try to obey the Law of God, then when we are in need of God we can invoke his name and yes, he is with us. God has not abandoned us. We are the ones who become aware of his nearness. Saint Augustine said: You were with me but I was not with you. But when we pray with calmness to act with justice and to obey God, then we experience the nearness of God. O Beauty ever ancient, ever new!  (Romero’s September 2, 1979 Homily.)
Saint Augustine says that he was foolish when he sought the beauty that he saw in creatures and forgot that it was God who had given them this beauty. He desired this beauty and saw this beauty as opposed to God and forgot that the God who had given this beauty was the same God that he carried within his being. He lived outside of himself and forgot that he had within himself all that is true and beautiful.
What a marvelous description of the sinner. Sinners are people who have gone outside themselves and have not discovered that they carry God within themselves. Thus they prostituted themselves and all creation and forgot that all these things come from God. If they were mindful of the fact that their lands and estates and cattle were gifts that God had given them, they would not use them as instruments of exploitation, they would not use them in a selfish and unjust manner but rather they would use them and celebrate these gifts in a way that is similar to what occurred at Gilgal: they harvested the grain and praised God who had given them the land and the fruits of the land; they shared with their sisters and brothers and celebrated a true Passover feast, a feast of the reconciliation of humankind around the table of the fruits of the earth: reconciliation instead of a quarrel. (Romero’s March 16, 1980 Homily.)
Humanity’s desire for God’s truth
It is a wonderful time to experience this longing for justice and truth and the Absolute and transcendence, all of which correspond to a profound desire of the human person that can only be filled by the Spirit of God who comes to take possession of us and fills the emptiness that we experience. Saint Augustine looked at the world for solutions to his problems but did not find the answer and said: You have made us Lord for you and our hearts are restless until they find their rest in you.  (St Augustine, Confessions, I, 1, PL. 32, 661; Romero’s June 3, 1979 Homily.)
We are restless, until we rest in God. Blessed are those innocent ones who have never betrayed the Law of God. They are few, but thanks to God, there are some. God has made me for himself and my reason for being, the cultivation of my qualities and the development of my faculties must be centered in God—in fact, I will have a happy life only if I center my life on the glory of God.  (Romero’s September 11, 1977 Homily.)
My beloved sisters and brothers, we stand before the reality of transcendence and this is only achieved through dialogue with God and intimacy with the Lord.  (Romero’s August 26, 1979 Homily.)  Even if one of us were atheist and gloried in not believing in God, do not define our nature or our relationship with the Creator. Even if we protest before God, nevertheless we are still transcendent beings oriented toward God. Even for those who are incredulous, the words of Saint Augustine, the great humanist who walked along the paths of unbelief and was unhappy, take on great significance … Only God is the center of gravity in whom women and men find rest, like when the stone falls and lands in the bottom of a great abyss or when Jesus ascends to God.  (Romero’s May 27, 1979 Homily.)
There is a mutual attraction between the God who created us for himself and men and women who have been gifted with intelligence, freedom and many abilities that must not be abused but used to discover their fullness in the One who is the objective of their nature, the One who is the beginning and the end of their being.  (Romero’s December 10, 1978 Homily.)
The Church as a tree that grows stronger with watering
The first believers in Christ performed signs: they were not harmed by poison and spoke new languages. These were signs of God’s power and showed that the power of God, who created all things, was with the Church. There is no vanity or sense of exhibitionism, there is no game involved in these charisms and wonderful signs of curing and speaking new languages. All of these occurred at the time when they were most needed—as Saint Augustine said: these things were done in order to water the tree, the Church.  Every new tree needs to be watered and cared for, but once the tree grows stronger and larger it no longer needs the same care. When the tree flowers ... each flowering and each branch is like a sign of new life that indicates that there is life and tenderness and freshness in the tree and this continues for centuries and perhaps even for thousands of years … this is also the life of the Church. The Church continues to be this wonderful work of God that is present in history and will be a part of history so long as she orients people toward transcendence. (Romero’s May 27, 1979 Homily.)
Prayer is God’s weakness and our strength
Let us continue to dream like Christ who placed the Church, with all its weaknesses, under his protection. Saint Augustine spoke these words that I would like all of you to remember: Prayer is God’s weakness and the power of women and men. It is like a father who experiences the weakness of his child. He feels weak also and approaches his child and helps the child in his weakness. This is the situation of our Church: we are weak but we have the power of God. We pray often because we draw God near to us and God becomes weak when the weak ask for God’s protection.  (Romero’s October 16, 1977Homily.)
The victory that overcomes the world
Saint Augustine said: Look at the executioner holding his triumphant sword over the body of a martyr! Who has conquered?  There is no doubt that the executioner has conquered his victim. But the one who has conquered by the brute force of the sword has not understood the greatness of the one who was willing to give his life for a higher ideal. This is the true victory that overcomes the world.  (St. Augustine, Commentaries on the Psalms, Psalm 36, 2, 3; PL 36, 365; Romero’s September 23,1979 Homily.)
 
See also

Archb. Romero and the Saints (Spanish)
 

Monseñor Romero y San Agustín

 
 

En sus tres años como arzobispo de San Salvador, Oscar Romero citó a San Agustín a menudo. Como parte de nuestro Romero para el Año de la Fe, he aquí una colección de tales citas en la Fiesta de San Agustín.
Cristiano y obispo
Esta mañana, aquí en la Catedral de San Salvador, haciendo mía la palabra del famoso obispo San Agustín puedo decirles: con ustedes soy el cristiano, para ustedes soy el Obispo.  (Homilía del 23 de marzo de 1978.)
La palabra queda
Qué hermosa consideración hace San Agustín: La voz es el ruido que llega hasta el oído, pero en esa voz va la Palabra, el Verbo, una idea. En esta misma mañana esto está sucediendo aquí en Catedral y a través de la radio. Escuchan la voz, pero la voz, una vez que deja de emitirse, termina; es un ruido; pero queda una palabra, la palabra es la idea.  Esta sublime filosofía quiere decir: todos los que predican a Cristo son voz, pero la voz pasa, los predicadores mueren, sólo queda la Palabra. La Palabra queda y este es el gran consuelo del que predica: mi voz desaparecerá pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que lo hayan querido recoger. 
La Iglesia es Cristo encarnado en la carne real, concreta; y esa carne que hoy puede ser carne de una prostituta, mañana puede ser la carne arrepentida de una santa como fue la Magdalena. Y esa carne que hoy es carne de un San Agustín, en devaneos mundanos y libertinos, que le parecía que no se podía ser casto, mañana puede ser la carne de San Agustín el pecador arrepentido. (Homilía del 17 de diciembre de 1978.)
Creemos lo que queremos creer
Hay un dicho de San Agustín que me parece que es muy oportuno en nuestro tiempo: libenter id quod volumus credimus, que quiere decir: que con mucho gusto creemos lo que queremos creer. Por eso se hace tan difícil creer la verdad porque muchas veces no quisiéramos creer la verdad, molesta la conciencia; pero la verdad aunque moleste hay que aceptarla y hay que querer creer en ella para que el Señor nos bendiga siempre con esa libertad de quien ama la verdad y no vende la verdad, la pluma, la voz, el medio de comunicación, al mejor postor, al que da más dinero, al interés, al materialismo. ¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es la que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras, pero vale más ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira.  (Homilía del 7 de mayo de 1978.)
No bastan las apariencias
No basta venir a Misa el domingo; no basta llamarse católico; no basta llevar al niño a bautizarlo, aunque sea en una gran fiesta de sociedad. No basta apariencias, Dios no se paga de apariencias. Dios quiere el vestido de la justicia; Dios quiere a sus cristianos revestidos de amor; Dios quiere a los que participan en su festín que hagan un esfuerzo personal, porque Cristo es el principal en salvarnos, pero no te salvarás sin ti, decía San Agustín. No te salvará sin ti el que te pudo crear sin ti. Para crearte, sí, no necesitó tu consentimiento; pero para salvarte necesita el uso de tu libertad, que sepas usar tus bienes, tu persona, tus cosas. Libremente, con sentido de justicia y de caridad.  (Homilía del 15 de octubre de 1978.)
¡Oh hermosura!, siempre antigua y siempre nueva, ¡qué tarde te he conocido!
Para muchos no les llena la religión porque ellos prefieren estar vacíos de religión. Llénense de interioridad y verán lo que decía San Agustín pecador: Andaba fuera de mí y no encontraba la paz, Y, tonto, yo no sabía que la hermosura: que andaba buscando afuera, ¡Tú les dabas hermosuras! ¡Estabas dentro de mí llamándome, para que por dentro yo mirara mi hermosura interior! Cuando entré de esas falsas hermosuras que me hacían pecar a la interior hermosura de mi vida y mi relación contigo, ¡Oh hermosura!, siempre antigua y siempre nueva, ¡qué tarde te he conocido!. Pero lo conoció, se salvó y fue santo. No importa lo pecador que haya sido un hombre cuando encuentra la hermosura interior de la relación con el Señor. A esto nos llama hoy, contra todos esos vacíos, de hacer consistir la religión en cosas exteriores.
Lo podemos hacer nosotros si obedecemos la ley del Señor. Sobre todo, esto: sentir a Dios tan cerca cuando lo invocamos. Saber que si yo trato de obedecer a su ley, cuando tengo necesidad de Dios, lo invoco y sé que está aquí nomás. No se me ha ido. Yo soy el que tomo conciencia de su cercanía. Allí estaba—decía San Agustín—y no lo sentía porque vivía fuera de mí. Pero cuando oro con la tranquilidad de hacer la justicia y obedecer a Dios, lo siento de verdad. ¡Oh hermosura siempre nueva y siempre antigua!.  (Homilía del 2 de septiembre de 1979.)
¡Qué loco era yo—dice San Agustín—buscaba la hermosura que yo veía, en las criaturas; y me olvidaba que esa hermosura Dios se las estaba dando. Quería yo esa hermosura contra ese Dios y me olvidaba que el Dios que daba esa hermosura es el Dios que yo llevaba por dentro. Y vivía fuera de mí, olvidándome que adentro de mí tenía toda esa verdad, toda esa belleza, toda esa riqueza!.
¡Qué maravillosa descripción del pecador! El pecador es el hombre salido de sí y que no encuentra en sí mismo lo que lleva de Dios, y por eso lo busca desordenadamente, prostituyendo las cosas, olvidándose que todo viene de Dios. ¡Ah!, si se tuviera en cuenta que las fincas, las haciendas, los ganados, las cosas de Dios les está dando el ser, no se usaran como instrumentos de explotación, no se usaran con injusticia y con egoísmo, se usaran como en esta ceremonia de la Pascua de Guilgal: cortarían las espigas y alabarían a Dios que les ha dado tierra y les ha dado fruto de la tierra; y compartirían con sus hermanos, en una verdadera fiesta de Pascua, la reconciliación de los hombres en torno de los frutos de la tierra. ¡La reconciliación en vez del pleito!.  (Homilía del 16 de marzo de 1980.)
El deseo de la humanidad por la verdad de Dios
Es un momento precioso para sentir que esa ansia de justicia, de verdad, de absoluto, de trascendencia, corresponde a un anhelo profundo del hombre que nadie lo puede llenar si no es el Espíritu mismo de Dios que viene a tomar posesión y a llenar ese inmenso vacío que el hombre como San Agustín va buscando en el mundo soluciones y no puede encontrar: Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón anda inquieto hasta descansar en Ti.   (Homilía del 3 de junio de 1979.)
Cuando descansa en Dios. Dichoso el inocente que jamás ha traicionado la ley de Dios, qué pocos son, pero los hay gracias a Dios. Dios me ha hecho para él y toda mi razón de ser, el cultivo de mis cualidades, el desarrollo de mis facultades, toda mi vida será feliz desarrollándose, si tiene como centro la gloria de Dios.  (Homilía del 11 de septiembre de 1977.)
Queridos hermanos, la vocación del Trascendente, si no logra su diálogo con Dios, su intimidad con el Señor.  (Homilía del 26 de agosto de 1979.)  Aunque hubiera aquí algún ateo que se gloría de no creer en Dios, no es él el que define su naturaleza y su relación con su Creador. Aún protestando de Dios, el hombre siempre es un ser trascendente hacia Dios y siempre, hasta en el incrédulo, se tiene que verificar lo que decía San Agustín, el gran humanista, que también caminó por caminos de incredulidad y no fue feliz … Sólo Dios es el punto de gravedad en que el hombre descansa. Como cuando la piedra ha llegado al abismo, como cuando Cristo ha subido hasta Dios.  (Homilía del 27 demayo de 1979.)
Hay un atractivo mutuo entre el Dios que nos creó para Él y los hombres que hemos recibido inteligencia, libertad y muchas capacidades; no para malbaratarlas ni para abusar, sino para encontrar su plenitud en ese objetivo de su naturaleza, en ese principio y fin de su ser.  (Homilía del 10 de diciembrede 1978.)
El arbolito de la Iglesia
Los primeros creyentes de Cristo que hacían signos: no les hacían daño los venenos, hablaban diversos lenguajes, eran signos del poder de Dios para decir que con la Iglesia iba esa potencia del Dios que lo ha creado todo. El sentido de los carismas, el sentido de estos prodigios de las curaciones, de las lenguas, no son juguete, no son exhibicionismos ni vanidades, sucedieron en un tiempo cuando se necesitaba, como dice San Agustín, para regar el arbolito de la Iglesia. Como todo arbolito que se riega necesita esa agua de los prodigios de Dios, una vez que el árbol se ha hecho corpulento, ya no lo estamos regando. Aunque florece el árbol, y cada floración, y cada cohollo es como una vida nueva que en el árbol, a veces centenario y quizás milenario, está indicando que hay vida, ternura, hay frescura, así es la Iglesia. La Iglesia sigue siendo ese prodigio de Dios en la historia pero lo será mientras se oriente en su función trascendente. (Homilía del 27 de mayo de 1979.)

La ‘debilidad de Dios’ es fuerza del hombre
Sigamos haciendo de nuestra diócesis, la Iglesia soñada, la que soñó Cristo al ponerla toda ella amparada en su propia debilidad, amparada en la fuerza de Dios que le viene de la oración. San Agustín decía una frase muy bonita que yo quisiera que se le grabara todos: La oración es la fuerza del hombre, porque es la debilidad de Dios. Es como un papá ante la debilidad de un niño, se siente débil y se acerca a él y le ayuda en su debilidad. Esta es nuestra Iglesia: débil, pero con la fuerza de Dios. Oremos mucho, porque así atraeremos hacia nosotros ese Dios que se hace débil cuando los débiles le piden su protección. (Homilía del 16 de octubre de 1977.) 
La victoria que vence al mundo
Decía San Agustín, hablando de los mártires: ¿Ves al verdugo con su espada triunfante sobre el cadáver del mártir? ¿Quién ha vencido?. ¡No hay duda de que ha vencido la víctima! El que ha vencido por la fuerza bruta de la espada no ha comprendido la grandeza del que ha sabido dar su vida por un ideal altísimo. Esta es la verdadera victoria que vence al mundo.  (Homilía del 27 de mayo de 1979.)

 

Mons. Romero e Sant’Agostino


Durante i suoi tre anni come Arcivescovo di San Salvador, Oscar Romero ha citato Sant’Agostino spesso. Come parte di Romero per l’Anno della Fede, ecco una raccolta di tali citazioni per la Festa di S. Agostino.
Cristiano e vescovo
Questa mattina qui nella cattedrale di San Salvador, ripeto le parole del famoso vescovo, sant’Agostino: con voi sono cristiano e per voi sono vescovo. (Omelia del 23 marzo 1978—tutti link sono in inglese.)
La parola rimane
Sant’Agostino pone davanti a noi una bella affermazione quando dice: La voce è un suono che viene udito dall’orecchio, ma in questa voce si ascolta la Parola, un ‘idea. Questo è ciò che sta accadendo qui questa mattina nella cattedrale e attraverso la nostra trasmissione radiofonica. Le persone sono l’ascolto di questa voce, ma una volta che questa voce viene trasmessa, si conclude—si tratta di un suono. La parola, tuttavia, rimane perché la parola è un’idea. Questo significa che tutti coloro che predicano Cristo sono una voce. Le voci, però, passeranno, predicatori moriranno, ma la Parola rimane. La Parola rimane e questo è un grande conforto per tutti i predicatori—la loro voce scompare ma le loro parole, che sono un annuncio di Cristo, rimarrà nei cuori di coloro che desiderano di accettarle.
La Chiesa è il Cristo incarnato nel reale, carne concreta. Oggi questa carne può essere la carne di una prostituta e domani questa carne può essere quella di un santo che, come Maria Maddalena, si pente. Oggi questa carne può essere la carne di Sant’Agostino coinvolti in tutte le forme di piacere mondano e apparentemente incapace di vivere una vita casta e domani questa carne può essere la carne del peccatore Sant’Agostino che si pente. (Omelia del 17 dicembre 1978.)
Crediamo che ciò che vogliamo credere
Sant’Agostino usato una frase che credo sia molto appropriata per questi tempi: Libenter id quod volumus Credimus, che vuol dire: con grande piacere crediamo quello che vogliamo credere. Per questo motivo si diventa molto difficile credere alla verità, perché molte volte non vogliamo credere alla verità, la verità disturba la nostra coscienza. Ma anche se la verità ci può disturbare, dobbiamo accettarlo e dobbiamo credere in modo che il Signore possa sempre ci benedice con la libertà di coloro che amano la verità e che non vendono la verità o le nostre penne o voci o la supporto al miglior offerente per un certo guadagno economico o di interesse personale o di qualche altra realtà materialistica. Quanto è triste vedere che così tante persone hanno venduto le loro parole e tante voci alla radio guadagnano da vivere nutrendosi sulle parole calunniose che producono. Il più delle volte la verità non produce denaro, ma solo amarezza, ma è meglio essere libero con la verità che avere grande ricchezza a causa delle bugie. (Omelia del 7 maggio1978.)
Presenze non bastano
Non è sufficiente venire a Messa la Domenica. Non è sufficiente chiamare se stessi cattolici. Non è sufficiente portare i propri figli alla Chiesa per il sacramento del Battesimo, anche se questo potrebbe essere una grande festa nella società. Presenze non sono sufficienti e Dio non possono essere pagati con l’apparenza. Dio desidera l’abito della giustizia. Dio vuole i cristiani vestiti con l'abito dell’amore. Dio vuole che coloro che partecipano alla sua festa di fare uno sforzo personale, perché Gesù è Colui che ci salva. Ma, come dice Sant’Agostino: Dio, che ci ha creati senza di noi, non ci salverà senza la nostra cooperazione. Dio non ha bisogno del nostro consenso per creare noi, ma per salvarci abbiamo bisogno di usare la nostra libertà, abbiamo bisogno di sapere come utilizzare le cose materiali e la nostra persona liberamente e con un senso di giustizia e di carità. (Omelia del 15 ottobre 1978.)
Tardi ti ho amato, bellezza così antica e così nuova
Ci sono molte persone che non si lasciano pieni di religione perché preferiscono essere carente nella religione. Cerchiamo di riempire la nostra vita interiore e poi come Sant’Agostino, il peccatore, diremo: Tardi ti ho amato, bellezza tanto antica e tanto nuova, tardi ti ho amato. Ed ecco che tu stavi dentro di me e io ero fuori e là ti cercavo. E io, brutto, mi avventavo sulle cose belle da te create. Eri con me ed io non ero con te. Mi tenevano lontano da te quelle creature, che, se non fossero in te, neppure esisterebbero. Mi hai chiamato, hai gridato, hai infranto la mia sordità. Mi hai abbagliato, mi hai folgorato, e hai finalmente guarito la mia cecità. Hai alitato su di me il tuo profumo ed io l’ho respirato, e ora anelo a te. Ti ho gustato e ora ho fame e sete di te. Mi hai toccato e ora ardo dal desiderio di conseguire la tua pace. Sant’Agostino ha trovato il Signore e fu salvato ed era santo. Non importa come le persone peccatrici potrebbero essere al momento di entrare in questo bellissimo rapporto con il Signore. Oggi siamo chiamati a questa disposizione interiore e chiamati a mettere da parte tutto vuoto e tutto quello che ci portano a fare della religione una pratica esteriore.
Sappiamo che se cerchiamo di obbedire alla legge di Dio, poi, quando abbiamo bisogno di Dio, possiamo invocare il suo nome e, sì, lui è con noi. Dio non ci ha abbandonati. Noi siamo quelli che vengono a conoscenza della sua vicinanza. Sant’Agostino ha detto: Tu eri con me, ma io non ero con te. Ma quando preghiamo con calma ad agire con giustizia e di obbedire a Dio, allora sperimentiamo la vicinanza di Dio. O bellezza sempre antica e sempre nuova! (Omelia del 2 settembre 1979.)
Sant’Agostino dice che era sciocco quando ha cercato la bellezza che ha visto nelle creature e dimenticò che era Dio che aveva dato loro questa bellezza. Egli desiderava questa bellezza e ha visto questa bellezza al contrario di Dio, e si è dimenticato che il Dio che aveva dato questa bellezza era lo stesso Dio, che egli portava dentro il suo essere. Ha vissuto al di fuori di se stesso e si è dimenticato che aveva dentro di sé tutto ciò che è vero e bello.
Che meravigliosa descrizione del peccatore! I peccatori sono persone che sono andati fuori di se stessi e non hanno scoperto che portano Dio dentro di sé. Così essi prostituiscono loro stessi, e prostituiti tutta la creazione e hanno dimenticato che tutte queste cose vengono da Dio. Se fossero consapevoli del fatto che le loro terre e proprietà e bestiame sono doni che Dio aveva dato loro, non sarebbero li usano come strumenti di sfruttamento, non avrebbero utilizzarli in maniera egoista e ingiusta, ma piuttosto li userebbero e celebrare questi doni in un modo che è simile a quello che si è verificato a Ghilgal: hanno raccolto il grano e lodavano Dio che aveva dato loro la terra ed i frutti della terra, hanno condiviso con i loro fratelli e sorelle e hanno celebrato una vera festa di Pasqua, un festa della riconciliazione del genere umano attorno al tavolo dei frutti della terra: la riconciliazione, invece di un litigio. (Omelia del 16 marzo 1980.)
Il desiderio di umanità per la verità di Dio
È un momento meraviglioso per sperimentare questo desiderio di giustizia e di verità e di assoluto e di trascendenza, ognuno dei quali corrisponde a un desiderio profondo della persona umana che può essere riempito solo dallo Spirito di Dio, che viene a prendere possesso di noi e riempie il vuoto che abbiamo esperienza. Sant’Agostino guardava il mondo per le soluzioni ai suoi problemi, ma non ha trovato la risposta e ha detto: Ci hai fatti per te Signore, e il nostro cuore è inquieto finché non riposa in te. (Omelia del 3 giugnio 1979.)
Siamo inquieto, finché non riposa in Dio. Beati quelli innocenti che non hanno mai tradito la Legge di Dio. Sono pochi, ma grazie a Dio, ci sono alcuni. Dio mi ha fatto per se stesso e la mia ragione di vita, la coltivazione delle mie qualità e lo sviluppo delle mie facoltà deve essere centrato in Dio, anzi, avrò una vita felice solo se mi concentro la mia vita alla gloria di Dio. (Omelia del 11 Settembre, 1977.)
Miei cari fratelli e sorelle, ci troviamo di fronte alla realtà della trascendenza e questo si ottiene solo attraverso il dialogo con Dio e di intimità con il Signore. (Omelia del 26 agosto 1979.) Anche se uno di noi fosse ateo e gloriava di non credere in Dio, questo non definisce la nostra natura o la nostra relazione con il Creatore. Anche se noi protestiamo di fronte a Dio, tuttavia siamo ancora esseri trascendenti, orientati verso Dio. Anche per coloro che sono increduli, le parole di sant’Agostino, il grande umanista che ha camminato lungo i sentieri della miscredenza e fu infelice, assumono un grande significato ... Solo Dio è il centro di gravità in cui le donne e gli uomini trovano riposo, come quando la pietra cade in la profonditàdi un grande abisso o quando Gesù ascende a Dio. (Omelia del 27 maggio 1979.)
C’è una reciproca attrazione tra il Dio che ci ha creato per se stesso e gli uomini e le donne che sono stati dotati di capacità che l’intelligenza, la libertà e molte funzionalità non per abusare, ma utilizzati per scoprire la loro pienezza in Colui che è l’obiettivo della loro natura, Colui che è l’inizio e la fine del loro essere. (Omelia del 10 dicembre 1978.)
La Chiesa come un albero che cresce più forte con l’irrigazione
I primi credenti in Cristo eseguite segni: essi non sono stati danneggiati da veleno e parlarono nuove lingue. Questi erano i segni della potenza di Dio e ha dimostrato che la potenza di Dio, che ha creato tutte le cose, è stato con la Chiesa. Non vi è alcun senso di vanità o esibizionismo, non vi è alcun gioco coinvolti in questi carismi e meravigliosi segni di curare e parlare lingue nuove. Tutto questo si è verificato nel momento in cui erano più necessari, come Sant’Agostino ha detto: queste cose sono state fatte per l’acqua l’albero, la Chiesa. Ogni nuovo albero ha bisogno di essere innaffiata e curata, ma una volta che l’albero cresce più forte e più grande, non ha bisogno irrigazione. Quando un albero fiorisce, ogni fiore e ogni ramo è come un segno di vita nuova che indica che non vi è vita e la tenerezza e freschezza nella struttura e questo continua per secoli e forse anche per migliaia di anni. Questa è anche la vita della Chiesa. La Chiesa continua ad essere questa meravigliosa opera di Dio che è presente nella storia e sarà una parte di storia così a lungo come lei orienta le persone verso la trascendenza.  (Omelia del 27 maggio 1979.)
La preghiera è la debolezza di Dio e la nostra forza
Continuiamo a sognare come Cristo che ha posto la Chiesa, con tutte le sue debolezze, sotto la sua protezione. Sant’Agostino disse queste parole che vorrei tutti voi da ricordare: La preghiera è debolezza di Dio e il potere delle donne e degli uomini. È come un padre che sperimenta la debolezza del suo bambino. Si sente debole e si avvicina anche il suo bambino e aiuta il bambino nella sua debolezza. Questa è la situazione della nostra Chiesa: noi siamo deboli, ma noi abbiamo il potere di Dio. Pregate molto, perché che attirano a noi quel Dio chi si ha fatto debole quando i deboli chiedono per la sua protezione. (Omelia del 16 ottobre 1977.)
La vittoria che vince il mondo
Sant’Agostino ha detto: Guarda il boia con la sua spada trionfante sul corpo di un martire! Chi ha vinto? Non vi è dubbio che il boia ha conquistato la sua vittima. Ma colui che ha conquistato con la forza bruta della spada non ha capito la grandezza di quello che era disposto a dare la vita per un ideale superiore. Questa è la vera vittoria che vince il mondo. (Omeliadel 23 settembre 1979.)