Dos semanas
antes de la beatificación de Mons. Óscar A. Romero, cómo presentar al mártir
salvadoreño, y a base de qué criterio, se está volviendo un argumento principal
en el drama del evento. Este conflicto fundamental
subyace una serie de puntos de choque que han surgido en el último par de
semanas:
- Inquietudes sobre un jingle promocional acusado de reflejar más los intereses de una campaña comercial corporativa que los valores de una “Iglesia de los Pobres”;
- Acusaciones que la Iglesia se acercó demasiado a la Telecorporación Salvadoreña, otorgándole importantes concesiones sobre la difusión televisiva del evento, a costas de otras empresas de televisión católicas y salvadoreñas;
- Quejas de que el lema de la beatificación, “Romero Mártir por Amor”, busca endulzar el tema para no ofender a la derecha política y deja a lado el criterio teológico de que Romero haya sido asesinado por odio a la fe.
- Acusaciones que el elenco de artistas seleccionados para los spots consiste en artistas comerciales que nunca han expresado interés en Romero o la justicia por los pobres, y ha dejado en el olvido a muchos artistas comprometidos;
- Criticismo generalizado del evento, en el sentido de que está sobredimensionado como un espectáculo, y está demasiado alejado de la humildad de Romero;
- Más específicamente que al ubicar a representantes de comunidades marginales con asientos contados, detrás de cardenales y obispos, jefes de estado, la familia del Beato y miles de sacerdotes, disminuye su importancia, y que designarles como “pobres, campesinos” en el programa oficial, es insensible;
- Inconformidad de que reliquias de las vestimentas ensangrentadas de Romero, conservadas por monjas en el Hospitalito para cancerosos donde vivió sean confiscadas por los obispos irrespetando los derechos de las monjas; y
- El conflicto generado por un grupo de lisiados de guerra que habían ocupado el sitio designado para la beatificación para exigir sobre sus pensiones, amenazando con no desalojar la plaza para el desarrollo del evento de beatificación.
Hay tres motivos
que explican todos estos conflictos.
(1) Existe una verdadera controversia
sobre quién verdaderamente tiene derecho a reclamar a Romero y hablar en nombre
de él. De hecho, esta disputa ha sido el
debate central en la historia de esta causa.
(2) Parte de lo que estamos
viendo es el clásico conflicto generado cuando una causa pasa de ser una pertenencia
insular a ser una pertenencia extensa, lo cual causa dolores de crecimiento. (3) Finalmente, el calendario apresurado con cual
se programó la ceremonia de beatificación después de haber sido aprobada no ha
dejado suficiente tiempo para consolidar consenso sobre varios temas, dejando
en el campo minas terrestres que no han sido desarticuladas.
En primer
lugar, estamos viendo el clímax de la batalla épica sobre la identidad de Mons.
Romero. Cuando el Papa San Juan Pablo II
visitó la tumba de Mons. Romero en 1983, supuestamente declaró ante
los que estaban presentes, “Romero es
nuestro”—indicando su deseo de que la Iglesia reclamara a Romero como suyo. En mayo del 2007, el Papa Benedicto XVI se quejó que el “problema”
en la beatificación de Romero había sido “que
una parte política quería tomarlo injustamente para sí como bandera, como
figura emblemática”, y que faltaba resolver “cómo poner adecuadamente de manifiesto su figura, protegiéndola de esos
intentos de instrumentalización”.
Romero tuvo
apoyo de la gente ordinaria, pero la Iglesia al principio dudó de la prudencia
de su actuar y tanto la derecha como la izquierda detectó la incertidumbre y se
aprovechó de ella. La derecha argumentó
que Romero se había alejado de la doctrina ortodoxa, y lo acusó de una doble
insurrección—en contra del estado y en contra de la Iglesia. A base de esa calumnia, la extrema derecha se
movió decisivamente para silenciarlo.
Después de su muerte, cuando era evidente que era un mártir y
considerado así popularmente, la izquierda no dudó en reclamarlo para sí misma,
mientras que la derecha no le quedó más que tratar descartarlo al olvido,
mientras que en privado buscaba resaltar las dudas prudenciales sobre su ortodoxia. Cuando la Iglesia comenzó a rescatar su
figura, se encontró con estas dos estratagemas interesadas que parecían
coincidir en que Romero era un agitador de izquierdas. Ahora que la Iglesia busca finalizar su
recuperación de la figura de Romero, todavía encuentra cierta renuencia por
parte de los sectores “populares” que se resisten a liberar lo que consideran
su pertenencia.
Quién es el
dueño del legado de Romero es un pleito que se remonta hasta el día de entierro,
en que activistas de izquierda colgaron carteles en la fachada de la Catedral
Metropolitana especificando cuales obispos no eran bienvenidos a la ceremonia. Podemos estar seguros que la ceremonia de
beatificación no se degenerará al caos que fue el entierro, donde tiroteos y
posibles bombas desencadenaron una estampida, y un esforzado refugio de miles
de clérigos y feligreses en la Catedral, aun bajo construcción en esa época. Romero fue enterrado apresuradamente en una
sepultura improvisada en la planta principal de la Iglesia y no fue movido a su
tumba en la cripta hasta una década después—y ese traslado desató acusaciones de que la Iglesia lo habia expulsado, consignándolo al “sotano de la iglesia”.
En esos tiempos, frecuentemente se escuchaban expresiones contundentes
en torno a Romero. Cuando Juan Pablo II
mencionó Romero en una reunión privada con obispos salvadoreños, un obispo, de
filo conservador, supuestamente dijo que Romero era el culpable de todas las
muertes de la guerra.
Aunque no se
tratara de Romero, siempre existe una tensión natural entre los seguidores
históricos de una causa que rompe en nuevos niveles de éxito, y sus nuevos seguidores. El caso paradigmático debe ser el de la
Iglesia Primitiva, constatado en los Hechos de los Apóstoles, cuando el
cristianismo atrajo a los gentiles, y los seguidores de Jesús tuvieron que
decidir si primero era necesario hacerse judío para ser cristiano. Para seguir a Romero, ¿hay que ser católico
progresista? Y si uno no ha estado con
la causa desde hace años, ¿cuáles son las condiciones para incorporarse? ¿Puede opinar libremente alguien que acaba de
sumarse a la causa? Estas tensiones se
ven en otras circunstancias, por ejemplo cuando un artista se vuelve “superstar” y sus seguidores antiguos se
sienten desplazados por los nuevos “fans”.
Finalmente,
los conflictos en la planificación de un evento de tan grandes proporciones
como una beatificación a que acudirán 250.000 personas o más no deberían
sorprender, y la existencia de puntos de vista diversos en tales casos también
es normal. Por ejemplo, en la
canonización de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII, hubo controversia por un
grupo que organizó una cena exclusiva de lujo para observar la ceremonia desde
un lugar privilegiado, que muchos dijeron no era digno de la ocasión. En el caso de la beatificación de Mons.
Romero, el poco tiempo entre el anuncio de la aprobación de la beatificación y
la fecha del evento fue de solo dos meses y esto acortó el plazo para poder dialogar
y tratar de resolver puntos de conflicto.
Esto sin duda ha llevado a tensiones y conflictos que quizá se pudieran
aplacar si hubiera más tiempo para hacerlo.
No obstante la
persistencia de estas tensiones, al fin no parece que vayan a frenar el éxito
del evento. Pero sin duda, van a persistir
debajo de la superficie y es importante comprender la dinámica detrás de ellas. Es apropiado que la ceremonia tome lugar el
fin de semana de Pentecostés, la fiesta que celebra la unidad de puntos de
vista divergentes adentro de la Iglesia.
Ojalá esta beatificación sea ejemplo de unidad y reconciliación entre
los discípulos.
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