Por Carlos X. (corresponsal en San Salvador):
¡La Iglesia ha sumado el nombre de Óscar Arnulfo Romero, “el niño de la flauta,” hijo de Santos y Guadalupe Romero de Ciudad Barrios, cuarto Arzobispo de San Salvador, en el elenco de los santos!
Si Monseñor Romero no existiera, lo tuviéramos que inventar. La iglesia está recibiendo un don para la evangelización que los escritores de guiones en Hollywood difícilmente pudieran igualar: Un obispo asesinado en el altar haciendo oración eucarística. Un conservador tradicionalista que se volvió el más arduo defensor de los derechos de los campesinos y los pobres. Un beato con fama de mártir y reconocimiento también por su prédica y sus escritos. Una figura internacionalmente resaltada que proviene de uno de los países más pequeños y pobres (pero el único país que alude a Jesucristo en su nombre). Un obispo que en sus tres años de ministerio en “el Pulgarcito de Centroamérica” alcanzó una altura inalcanzable entre los clérigos de su generación; un hombre que no logró completar su doctorado en teología por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, pero que se considera un padre de la teología latinoamericana.
La Iglesia está ahora celebrando el +Beato Óscar Romero, Mártir por Amor, asesinado «in odium fidei, uti fertur»…
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